“La ansiedad te hace sentir que todo es urgente”
La ansiedad es un viento impaciente que sopla dentro del pecho.
Susurra que todo es urgente, que el mundo no espera, que la vida se escurre como arena entre los dedos. Nos empuja a correr sin descanso, a vivir como si fuéramos perseguidos por un tiempo que nunca alcanza.
La depresión, en cambio, es la ausencia de ese viento.
Todo se detiene, todo pierde color. El reloj sigue girando, pero dentro de uno mismo todo está quieto, inmóvil, como un mar sin olas. Nada importa, nada tiene sentido.
Y entre esos dos extremos, el corazón busca un refugio.
Pero a veces olvidamos que la vida no es solo un ir ni un detenerse. También es un respirar. También es un cerrar los ojos y sentir el sol en la piel. También es aprender a caminar sin prisa, al ritmo que dicta el alma.
Porque merecemos calma. Merecemos descanso. Merecemos seguir adelante sin que el mundo nos arrastre, sin que la culpa nos frene.
La ansiedad se parece a una mecedora. Nos da la ilusión de movimiento, pero no nos lleva a ninguna parte. Nos mantiene ocupados, pero vacíos. Nos agita, pero no nos deja avanzar.
En cambio, la vida verdadera se parece más a un río.
A veces fluye rápido, a veces se detiene en un remanso. Pero nunca deja de avanzar. No tiene prisa, no se obsesiona con el destino. Sabe que tarde o temprano, llegará al mar.
Así también deberíamos ser nosotros.
Respirar. Sentir. Caminar sin miedo, sin la carga de un futuro que aún no existe, sin las cadenas de un pasado que ya pasó. «Cuando la ansiedad te diga que corres, recuérdale que el sol nunca se apura, y sin embargo siempre amanece.»