Libertarios en aprietos: “El día que el mercado se comió a su profeta”

(Tragicomedia en tres actos y un tuit eliminado)

Damas y caballeros, bienvenidos a este relato de intriga, pasión y descontrol financiero. Una historia de criptoaventura, especulación salvaje y un presidente que descubrió, tarde, que el mercado no perdona… ni borra capturas de pantalla.

Corría el Día de los Enamorados. Las parejas suspiraban, los restaurantes se llenaban y en la residencia presidencial, el presidente de la Nación, excelso economista, anarcocapitalista de alma y tecladista desafinado, decidió hacer lo que mejor sabe: tuitear.

No era un tuit cualquiera. No era un pensamiento filosófico sobre el mercado autorregulador. No era una referencia a la escuela austríaca con un gif de un león rugiendo. No. Era algo más… algo grande… algo, en palabras técnicas, un cagadón tremendo.

El tuit.

Un post entusiasta, extasiado, casi poético, promoviendo una criptomoneda revolucionaria, futurista, y, según los expertos, con la misma estabilidad que un castillo de naipes en un tornado: $LIBRA. El mensaje voló por los cielos de Twitter (léase X) como un ave majestuosa… hasta que se estrelló contra la realidad con la elegancia de un ñandú borracho.

El público, desconfiado. Los economistas, en pánico. La oposición, sacando pochoclos.

Porque, para sorpresa de nadie que haya pasado más de 15 minutos en internet, $LIBRA resultó ser más turbia que jacuzzi de hostel barato. Y entonces, el milagro: Milei borró el tuit. Sí, él, el apóstol del «yo nunca me equivoco», el monje guerrero del libre mercado borró el mensaje como un adolescente que acaba de mandarle “te amo” por error a su ex.

Pero el mal estaba hecho.

Caos en la Casa Rosada.

Se prendieron alarmas. Santiago Caputo, el cerebro del gobierno, dejó su cáliz de café libertario y corrió a apagar incendios. Patricia Bullrich intentó vender la situación como una estrategia para salvar a la Argentina, mientras en el Congreso, algunos ya preguntaban si era legal usar la cadena nacional para promocionar futuros lanzamientos de «NFTs patrios».

Y en el centro del huracán, una figura mística: Karina Milei.

La hermana. La guardiana. La que nunca se equivoca… o casi nunca.

¿Porque, fue Karina quien abrió las puertas de Olivos a los genios de $LIBRA, fue ella quien dio el visto bueno, ¿¿y fue ella quien organizó la difusión?? No lo sabemos.

Pero cuando el barco empezó a hundirse, los influencers libertarios, esos que hasta ayer hacían hilos explicando cómo $LIBRA derrotaría al dólar, de repente se hicieron los giles.

Y entonces… la traición.

Adorni, el vocero oficial, salió con una frase digna de tragedia shakesperiana:
Innecesario, Santiago.

El arquitecto en las sombras, el gran mago de la comunicación libertaria había sido señalado en público. Y si en el mercado los números mandan, en política, cuando te dicen «innecesario», es peor que cuando en el colegio te decían «necesitamos hablar con tus padres».

Mientras tanto, en el Congreso, algunos senadores amenazaban con crear una comisión investigadora. Y en la Casa Rosada, los estrategas tomaban medidas extremas: no para mejorar controles, no para evitar futuros escándalos… sino para ver si Google podía dejar de sugerir «Milei» y «$LIBRA» juntos.

Epílogo.

El escándalo se llevó puesta la semana. Pero más importante: dejó una lección clara. Porque en la política, como en el boxeo, recibir golpes es normal. Pero darse cuenta, de golpe, que no sos invencible… Eso sí que duele.

Y ahora, damas y caballeros, todos juntos: la culpa es de la casta.