Vivir el presente es un arte olvidado
Nos enseñaron a perseguir el futuro como quien corre tras un tren que no detiene su marcha, o a quedar atrapados en las arenas movedizas del pasado. Pero el ahora, ese pequeño milagro que palpita entre un suspiro y el siguiente, nos pasa de largo. En este mundo, donde el estrés y la ansiedad son como sombras que nunca se apartan, aprendí que la angustia nace de mirar demasiado lejos, de ponerle nombres a los miedos que todavía no se asoman. Nos llenamos la cabeza de fantasmas, problemas que aún no existen, y así, sin darnos cuenta, dejamos que el aquí y él ahora se nos escurran entre los dedos, como arena que nunca se detiene.
Con los años, y más de un tropiezo, entendí que la vida está hecha de pausas.
Parar. Respirar. Mirar. El presente, desnudo y sin promesas, es donde habita la verdad. Es allí, en esa esquina del tiempo, donde el mundo deja de mentirnos. No hay máscaras ni disfraces, solo el latido puro de lo que es. Pero no digo que el futuro sea el enemigo. No propongo quemar calendarios ni romper relojes. Los sueños son brújulas que nos guían en la noche, pero hay que aprender a no perderse en ellos. El truco está en saber cuándo nuestros pensamientos se han fugado demasiado lejos, en llamarlos de vuelta como quien silba al perro que se perdió en la niebla.
La atención plena, ese arte sencillo y olvidado, es un acto de rebeldía en este caos.
Es un refugio en medio de la tormenta, una llave que abre la jaula de la preocupación. Vivir el presente es saborear el mate bien cebado, caliente y reconfortante, en una ronda de amigos. Es tomar un buen Malbec y dejar que el último trago descanse en la lengua, sin prisa y sin urgencia. En esta selva de concreto, donde las incertidumbres zumban como moscas sobre el dulce de leche, aprendí que la paz no está en el horizonte, sino en el camino. Y ese camino, aunque lo olvidemos, empieza y termina siempre en el ahora.
Así que, te invito a probar cada instante como quien prueba la vida misma: despacio, con los ojos abiertos, y con el corazón dispuesto a escuchar su murmullo.