Objetivos para el 2025: “Vivir con calma, caminar ligeros”
La vida tiene sus formas de mostrarnos lo esencial. No se trata de vivir apurados ni de andar con la cabeza llena de tormentas.
Vivir ocupado y vivir preocupado son dos cosas distintas, aunque a veces se parezcan. El que vive ocupado encuentra sentido en sus responsabilidades y se arma de coraje para enfrentar lo que venga. Pero el que vive preocupado, ahí está, atrapado en un laberinto de angustias, pensando en todo lo que podría salir mal. La ocupación es acción, la preocupación es un muro que paraliza.
Esto no es filosofía barata, es la vida misma
Hay que aprender a distinguir, porque si nos dejamos dominar por el miedo, ¡nos perdemos el milagro de estar vivos! Los hebreos tienen una palabra hermosa: «Emuná». No es una garantía de que todo salga como queremos. Es algo más profundo: es confiar en el misterio de la vida, en que hay cosas que no entendemos, pero están bien así. Esa calma serena que nos dice: «Tranquilo, todo tiene su tiempo».
¿Qué dicen los Suajili y su «hakuna matata»?
No es solo una frase bonita; es una forma de mirar el mundo. «No hay problema», dicen, pero no porque sean ingenuos, sino porque saben que cargar con lo que no podemos resolver es un desgaste innecesario. Si algo no tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si la tiene, ¡hagámosle frente sin dramas! En este 2025, tomemos prestada esa liviandad. Dejemos de llevar mochilas llenas de cosas que no necesitamos.
La vida es como un gran telar
Dios, el gran tejedor, está ahí, entrelazando los hilos. Nosotros muchas veces no entendemos lo que está haciendo. Queremos que las cosas salgan a nuestro modo, pero al final, con el tiempo, todo cobra sentido. Hay que aprender a confiar en esa trama invisible, en esa lógica que no es nuestra. Este año, hagamos de la gratitud nuestra guía. Agradezcamos cada amanecer, cada instante, porque la vida no es para andar apurados ni para acumular cosas; es para vivirla.
¿Qué objetivos necesitamos para este 2025?
Ninguna lista interminable. Vivir con calma, caminar ligeros, agradecer cada día. No es mucho pedir, ¿verdad? Al final, el gran secreto es simple: ser. Ser, y dejar que el mundo nos sorprenda.