Navidad y Año Nuevo, entre el placer y la felicidad

La Navidad se despliega ante nosotros como un manto de luces y esperanza. En sus días efímeros, el tiempo parece diluirse, y en el aire flota una promesa: la de la alegría que todos buscamos, aunque a menudo confundimos su rostro.

En este ciclo de festejos, el placer nos tienta con su brisa fugaz

El perfume de los manjares, el murmullo del papel de regalo al rasgarse, las risas que se enredan en el calor de la mesa compartida. Pero ¿cuánto dura ese instante? Como el eco de una campana, el placer se desvanece, dejando detrás un silencio que a veces nos inquieta.

La felicidad, en cambio, no busca adornarse

No es el estruendo de los aplausos ni el brillo del artificio. Es el murmullo constante de un río interior, que fluye cuando nuestras acciones están enraizadas en la verdad de quienes somos. Es el abrazo que damos sin esperar retorno, la mirada que entiende sin palabras, el propósito que ilumina incluso los días oscuros.

En estas fechas, la vida nos regala una pausa para discernir entre ambos

El placer es la chispa; la felicidad, la llama. Una chispa ilumina por un instante, pero es la llama la que calienta y permanece.

Preguntémonos entonces: ¿Qué es lo que nutre esa llama en nosotros? ¿Es el amor con el que miramos a quienes amamos? ¿Es la gratitud por lo vivido, aunque no haya sido perfecto? ¿Es la capacidad de compartir nuestra luz, incluso cuando parece escasa?

Navidad y Año Nuevo no son solo una celebración; son un umbral. Nos llaman a soltar lo que no nos llena, a abrazar lo que nos eleva, y a sembrar en este nuevo comienzo semillas de lo esencial: gratitud, bondad, propósito.

Permitamos que el placer nos acaricie, pero que sea la felicidad la que nos habite

Porque lo que construimos desde el amor y la verdad no se desvanece; se convierte en la herencia más pura que dejamos en los corazones que tocamos. Que estas fiestas sean un canto a lo eterno, a lo que trasciende, y que en cada gesto resuene la certeza de que no estamos aquí para coleccionar momentos fugaces, sino para encender en cada uno de ellos la luz de lo que perdura. Que el amor y la verdad sean tu norte, hoy y siempre.