Hacer de la distancia, algo cercano

Cada vez más, las personas buscan nuevas formas de estar juntas. Viven separadas, pero unidas; cerca, pero a la vez lejos. Es un modo de amor que camina despacito, sin pisar fuerte, como si temiera despertar viejos fantasmas.

No es cosa solo de jóvenes, que ya han hecho de la distancia una costumbre. Ahora también los mayores de 60 años han comenzado a adoptar este estilo de vida. Un estudio desde tierras británicas, Universidad de Lancaster y el University College London, susurra que vivir separados pero juntos, les da más calma, más paz, más salud para el alma.

Dicen que las personas mayores disfrutan de mantener su independencia. No comparten casa, pero comparten lo más íntimo. No reparten llaves, pero se abren el corazón. Antes se pensaba que, pasada cierta edad, solo había espacio para la rutina del matrimonio o la convivencia. Pero no: también hay lugar para el amor que respira, para el amor que no pesa.

Vivir juntos, pero no revueltos

Las mujeres mayores de 60 años saben algo que los libros no cuentan: tienen diez veces más posibilidades de encontrar una pareja que las ame sin pedirles que muden sus muebles ni su vida. Los hombres, por su parte, también han aprendido que no hace falta un contrato para ser felices. Este amor, dicen, es un refugio de luz en medio de las sombras de la burocracia: nada de mudanzas, nada de abogados, nada de papeles.

Es un equilibrio, un arte sutil

Amar sin invadir, estar sin consumir. Para quienes han dejado atrás matrimonios, convivencias o relaciones largas, vivir separados pero juntos es un bálsamo. Dicen los estudiosos que las heridas duelen menos cuando la relación no ha estado encadenada por las llaves de una misma puerta. “Es una relación que dura más”, susurran las páginas del informe. Es un baile delicado entre la cercanía y la distancia. Es un amor que permite cuidar de los hijos, de los nietos, de los recuerdos. Pero también permite cuidar de uno mismo.

La casa pesa.La casa cansa

En informe reciente nos recuerda que el 40% de la población ha sentido ansiedad y el 23% ha convivido con la sombra de la depresión. ¿Será porque las paredes también aprietan?

Las mujeres, las más sabias

Ellas, que han sido las guardianas del hogar y las cuidadoras del mundo, encuentran en este estilo de vida un respiro. Porque antes, el matrimonio las ataba a la cocina, al cuidado, a la rutina. Ahora, vivir separadas pero juntos les da libertad. Un amor que no exige, un amor que no obliga.

Los estudios cuentan que, en este arreglo, hombres y mujeres son iguales

Ambos se benefician por igual. Pero ellas, quizá, sienten un poco más de alivio. Quizá porque han cargado con más. “Los gobiernos deberían escuchar”, dice el estudio. Durante siglos, nos han hablado de la importancia del hogar como el corazón de la vida. Pero ¿y si el hogar no fuera un lugar? ¿Y si el hogar fuera una persona? Quizá las sociedades deberían aprender a mirar más allá de las paredes. Porque las paredes se caen, pero el amor, cuando respira, sigue en pie.