Somos polvo de estrellas

Érase una vez, en un rincón perdido de la eternidad, un estallido de luz dio a luz al universo. De aquella explosión, nacieron los primeros suspiros de materia: hidrógeno, helio, y litio, pequeños y humildes. Con ellos no se podía construir mucho, apenas esbozos de lo que vendría después. Pero aquellas primeras chispas aprendieron a soñar.

Con el tiempo, el cielo se llenó de estrellas

Hornos celestiales que cantaban con fuego y fundían corazones de hidrógeno en átomos de helio, y luego de carbono, de oxígeno, de hierro. Las estrellas, como diosas trabajadoras, tejían pacientemente los ladrillos del universo mientras iluminaban las noches vacías.

Pero la vida de las estrellas, como la nuestra, no es infinita

Algunas, las más grandes, eligieron morir de manera estruendosa, en una danza feroz que llamamos supernova. Otras, más pequeñas, se despidieron con ternura, envolviendo el espacio en nubes brillantes que cargaban su último aliento. En esa muerte nació la semilla: oro, calcio, uranio, carbono. Polvo de estrellas que se esparció por el viento cósmico, sembrando galaxias lejanas.

Un día, ese polvo se encontró consigo mismo

Se abrazó, se unió, y formó planetas, montañas, océanos… y a nosotros. Somos polvo de estrellas con nombre y apellido, hijos de un fulgor tan viejo que se nos escapa el recuerdo. Respiramos oxígeno que una estrella agotada regaló al universo. Llevamos en nuestros huesos el calcio de antiguos astros. La sangre que corre por nuestras venas, roja como los soles al morir, está hecha de hierro forjado en las entrañas de un coloso celeste.

Pero lo más extraño no es que seamos polvo de estrellas

Lo más extraño es que este polvo ha aprendido a preguntarse. Ha aprendido a mirar al cielo y a preguntarle al universo por qué y para qué. Somos la manera que tienen las estrellas de conocerse a sí mismas, el espejo donde el cosmos se contempla, una chispa de conciencia que busca entender el infinito.

Mirar al cielo es un acto de memoria

Cada estrella que vemos es un recuerdo del pasado, un susurro que nos cuenta quiénes somos y de dónde venimos. Porque, como decía Carl Sagan (1934-1996), no solo estamos hechos de polvo estelar. Somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas.