“Juntos pero no revueltos”: La relación entre EE. UU. y América Latina en la nueva década

En la relación entre Estados Unidos y América Latina, el panorama histórico ha estado marcado tanto por la cooperación como por el conflicto.

Con la elección de un nuevo presidente en EE. UU., el próximo 5 de noviembre, la región latinoamericana observa con esperanza, anticipando cambios significativos que podrían rectificar desaciertos pasados y fortalecer lazos futuros. En los últimos 20 años, varias políticas de EE. UU. han generado críticas por su enfoque en intereses estadounidenses, a menudo a expensas de un desarrollo equitativo en América Latina. Los acuerdos comerciales, aunque potencialmente beneficiosos, han sido vistos como desequilibrados, favoreciendo a corporaciones del norte y perpetuando desigualdades económicas en el sur.

Además, la política exterior estadounidense ha sido frecuentemente percibida como intervencionista. Aunque la intensidad de la intervención directa ha disminuido, la influencia en los asuntos políticos internos de los países latinoamericanos continúa siendo un punto de tensión. Esto se acompaña de políticas migratorias restrictivas que no solo han sido punitivas, sino que también han fallado en abordar las causas raíz de la migración, como la violencia y la pobreza endémicas.

El trato a los problemas ambientales también ha sido insuficiente. América Latina, hogar de la Amazonía, enfrenta desafíos ambientales críticos que requieren cooperación internacional. Sin embargo, la participación de EE. UU. en la lucha contra la deforestación y el cambio climático ha sido considerada limitada hasta fechas recientes.

Frente a estos antecedentes, el nuevo líder estadounidense tiene la oportunidad de redefinir las relaciones:

  • Esto implica fortalecer la diplomacia con un enfoque en el respeto mutuo y la cooperación.
  • Debe priorizarse el establecimiento de acuerdos comerciales más equitativos que beneficien a ambas partes, apoyar proyectos de desarrollo sostenible y políticas de inmigración más humanas y efectivas.
  • A nivel ambiental y de seguridad, EE. UU. puede jugar un papel crucial al colaborar en la resolución de problemas transfronterizos y en la promoción de prácticas sostenibles.
  • Además, enfrentar las críticas por falta de acción en derechos humanos y desigualdad será fundamental para restaurar la confianza.

La era entrante presenta una oportunidad única para que EE. UU. fortalezca su relación con América Latina, abordando errores del pasado y trabajando hacia un futuro de prosperidad compartida y cooperación sincera.