Palabras,que acarician o lastiman

Las palabras siempre me han seducido. No como seduce una amante apasionada, sino como el viento seduce a las hojas secas del otoño. Las arrastra, las mece, las hace bailar sin que ellas puedan resistir.

Cada palabra tiene su propio viaje

Algunas llegan tarde, cansadas, pesadas como piedras. Otras se deslizan ágiles, ligeras como si nunca hubieran tocado el suelo. Hay palabras que llevan historias a cuestas, como ancianas sabias que han visto demasiado. Y otras, pobres, se pierden antes de llegar, rotas en mil pedazos.

Pero en estos tiempos, me da vergüenza ver cómo algunos usan las palabras

Como si fueran escombros, desperdicios arrojados sin piedad, ensuciando todo a su paso. Los políticos las atropellan, los cantantes las vacían de sentido, los actores y los que dicen ser influyentes las convierten en humo, en ruido sin alma. Como si la lengua no fuera la casa donde habitamos, sino un basurero donde se compite por ver quién lanza la peor ofensa, quién eleva más alto la bandera de la vulgaridad.

Dicen que el lenguaje es como una moneda

Quizás lo sea. Pero no cualquier moneda. Es una de esas monedas antiguas, de las que tienen cicatrices, grabadas con símbolos que nos hablan de lo que somos y de lo que hemos sido. Cada vez que una palabra sale de nuestros labios, nos revela. ¿Cómo, entonces, pretendemos ser algo más que sombras si usamos palabras que huelen a miseria y a olvido?

El lenguaje es más que palabras, claro está

Es pensamiento. Es acción. Es lo que somos y lo que haremos. No podemos esperar ver claro si nuestro hablar es una neblina densa que apenas deja pasar la luz. Porque cada palabra que pronunciamos es una semilla, y según lo que sembremos, así será el jardín de nuestro espíritu. Si sembramos vulgaridad, cosecharemos vacío. Si sembramos respeto, quizás, con suerte, nazcan flores en el alma.

Las palabras son cucharas

Cucharas que alimentan nuestro pensamiento. Si lo que ponemos en ellas está podrido, ¿cómo pretendemos que nuestra mente sea clara, que nuestro corazón sea noble? Hay que escogerlas con cuidado. No porque sean joyas que deban brillar, sino porque son los ladrillos con los que construimos el puente entre nosotros y el mundo.

Cada palabra es una oportunidad

Una ventana. Una chispa que puede encender la risa o el entendimiento. Porque, al final, hablar no es solo decir. Es crear. Crear el mundo en el que vivimos. Y en este barco loco que es la vida, nuestras palabras son las velas que nos empujan hacia lo que somos.

Así que hablemos, sí

Pero hablemos con la voluntad de elevarnos. De dejar atrás lo que nos pesa, lo que nos hunde. Y construyamos, palabra por palabra, una vida menos aburrida, más luminosa. Donde cada risa sea un faro y cada sonrisa, un pequeño sol que ilumine nuestra conversación.