El primer signo de la civilización
Hace años, un estudiante curioso le preguntó a la antropóloga Margaret Mead (1960-1970) cuál consideraba ella que era el primer signo de civilización en nuestra cultura. El joven esperaba que Mead mencionara anzuelos, ollas de barro o piedras de moler, esos artefactos que representan el avance material.
Pero no.
Mead, con su mirada profunda, respondió que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur roto y luego sanado.
En el reino animal, explicó, si te rompes una pierna, estás condenado. No puedes huir del peligro, ni ir al río a beber, ni buscar comida. Eres presa fácil para las bestias que acechan. Ningún animal sobrevive con una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.
Un fémur roto que se ha curado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo de quedarse con el herido, vendando la herida, llevándolo a un lugar seguro, y ayudándolo a recuperarse.
Mead concluyó que ayudar a alguien en tiempos de dificultad es el punto donde comienza la civilización. Porque la humanidad florece no solo por su habilidad de crear, sino también por su capacidad de cuidar.