El padre tóxico
No todos los niños encuentran en el seno familiar la comprensión, el cariño y la calidez necesarios para crecer sanos y felices.
Algunos padres reaccionan con una rigidez excesiva, alejándose de toda sensibilidad ante los comportamientos y los sentimientos de sus hijos. Muchos de esos niños, al llegar a la adultez, se sienten indignos, se subestiman y actúan de manera autodestructiva. Además, les cuesta admitir que la relación con su padre ejerce una poderosa influencia sobre sus vidas, a pesar de que continúan luchando por conseguir el amor y la aprobación que siempre anhelaron.
Ser padre no sólo significa engendrar un hijo, sino también entregar herramientas claves para enfrentar el mundo.
Sin embargo, los padres tóxicos, incluyendo padres, abuelos, tíos, o cuidadores, lejos de fomentar una madurez personal y una seguridad en sus hijos con la cual poder crecer sanamente en el mundo, no hacen más que anclar pesadas cadenas, vetando por completo la independencia física y emocional de esa persona.
Los niños de padres tóxicos, explica la psicóloga norteamericana Susan Forward, quien acuñó el término en su libro “Padres que odian”, serán adultos con baja autoestima, inseguros, sumisos y emocionalmente inestables.
Estos son algunos de los rasgos más característicos que definen la conducta de un padre tóxico:
- Controlador en exceso, un padre tóxico ejerce control excesivo sobre sus hijos. Muchas veces llega a imponer reglas demasiado estrictas y consecuencias desproporcionadas, como castigos severos.
- Crítico constante, una de las características más comunes de este tipo de padres es que critica frecuentemente a sus hijos, enfocándose en sus debilidades, defectos o errores. Son pocas o nulas las veces que reconocen su esfuerzo y valoran sus logros.
- Manipulador por excelencia, la manipulación emocional es otro de los rasgos más frecuentes. Los padres tóxicos utilizan métodos manipuladores para controlar las emociones y el comportamiento de sus hijos. Escasos de empatía, un padre tóxico carece de empatía hacia sus hijos. No es capaz de comprender sus sentimientos y emociones, no se pone en su lugar ni tampoco atiende a sus necesidades afectivas.
- Agresivo, el maltrato que puede ejercer un padre tóxico puede ir desde lo físico hasta lo verbal y emocional. Es capaz de ridiculizar, humillar, ignorar, insultar o llegar a los golpes.
Para tratar de solucionar esta presión en los niños, la psicóloga estadounidense Susan Forward sugiere enfrentar a los padres desde la perspectiva de dos adultos que hablan.
- Explicar a los progenitores con la mayor claridad posible lo que piensas, lo que está mal en la relación, lo que la daña, lo que hace sufrir.
- Preguntarles si creen que hay algo que puedan hacer para contribuir al problema que tienen ambos en esta relación.
- Preguntarles si existe una razón para el maltrato, para las descalificaciones, para la falta de cariño. Si es el caso, si ellos responden que la culpa es tuya y no reconocen que hay un problema, es una señal poderosa de que no quieren contribuir a tener una relación saludable.
- Si eso no es suficiente para cambiar el trato, limitar el contacto.
- Si el padre se queja, retomar la conversación desde el punto en que le pides que cambie. Si nuevamente no lo hace, considerar la opción de abandonar por un tiempo ese lazo sentimental dañino.
Los padres tóxicos son anclas que atan a sus hijos a las profundidades del dolor y la inseguridad. La lucha por el reconocimiento y el amor se convierte en una travesía tormentosa, donde la tempestad de las críticas y la manipulación deja cicatrices imborrables. Sin embargo, en el horizonte siempre hay una esperanza: la valentía de confrontar, de buscar la verdad y, si es necesario, de soltar las cadenas que impiden navegar hacia la libertad emocional.