No te lamentes y pasa a la acción
Antes de aprender cómo abandonar la tendencia a lamentarnos, es fundamental comprender qué implica la queja: se trata de un discurso interno (las palabras que nos decimos a nosotros mismos) o externo (lo que compartimos con otros), empleado con el propósito de expresar o aliviar malestar, dolor o sufrimiento, o incluso para criticar una situación o a alguien.
Una persona que constantemente expresa quejas revela insatisfacción y una falta de conexión con las gratificaciones que enriquecen la vida. Otra razón que subyace en la queja es el hábito. En realidad, a menudo este comportamiento negativo es heredado.
Es perceptible la abundancia de individuos que se entregan a la queja. Pareciera que a muchos les resulta placentero o entretenido quejarse. La queja constituye el método de comunicación más rudimentario de nuestra especie humana. Al nacer, nuestro lenguaje es sumamente limitado: expresamos risa, llanto y si sentimos dolor, nos lamentamos.
La madre siempre acude cuando el bebé emite quejas. Por esta razón, hallamos un cierto agrado en lamentarnos. Recordamos que cuando nos quejamos, «mamá nos presta atención». No obstante, la problemática surge cuando nuestras quejas son incesantes. La queja refuerza nuestra creencia en lo negativo. Alimenta los eventos desfavorables que atravesamos en nuestra vida. Al quejarnos, simplemente empeoramos las cosas.
Frecuentemente se argumenta: «Si no me quejo, ¿cómo manifestaré que algo no está bien?».Existen alternativas para evitar la queja:
- ofrecer una sugerencia,
- brindar una opinión constructiva,
- expresar críticas fundamentadas,
- advertir sobre posibles dificultades,
- contener emociones negativas,
- llamar la atención de manera productiva,
- establecer diálogos y mucho más.
Tan variadas son las opciones como los modos de comunicación que existen. Sin embargo, quizás la alternativa más efectiva a la queja sea la acción. Actuar implica que, en lugar de permitir que el malestar o la irritación se instalen, tomamos medidas concretas. Quejarse es sencillo, pero actuar en consecuencia no lo es tanto. Quejarse resulta cómodo, mientras que actuar en consecuencia conlleva compromiso.