Nuestras sociedades necesitan más moderación, tolerancia y menos fanatismo
Tuve el honor de ser Embajador de Buenos Oficios durante tres años, en un cargo no rentado, procuré representar los intereses de “todos y no solo los de algunos”. Allí viví de cerca el daño que el fanatismo produce en nuestras sociedades.
Voltaire decía que “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”, porque es corrosivo, enemigo de la libertad, del progreso del conocimiento y el responsable por asesinatos, genocidios masacres, guerras, persecuciones, injusticias y violencias de todo tipo.
En general, el fanatismo es una respuesta a la inseguridad y el miedo de las personas. Se presenta como una “tabla de salvación” y propaga convicciones absolutas e incuestionables frente a la realidad. Los fanáticos suelen ser personas herméticas, normalmente víctimas en su pasado de grandes frustraciones. Son básicamente resentidos.
Los fanáticos necesitan la presencia de un enemigo externo, al que atribuyen todas sus frustraciones, como factor fundamental para conformar una identidad propia y generar una cohesión grupal. Ese es el caldo de cultivo en el que germinan las semillas del odio, que pueden conducir a la venganza y a la violencia. El grupo genera asimismo un contagio emocional.
El fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas, despreciar a quienes son diferentes, basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, tener una visión cuadrada de las cosas pues todo es blanco o negro y carecer por competo de todo espíritu crítico, para Winston Churchill “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.
La famosa “grieta” que se vive en muchos lugares del planeta, es un ejemplo claro de ese fanatismo político y civil, que impide el reconocimiento de lo bueno hecho y lo tiñe todo de trágico, condimentándolo en muchos casos con violencia.
Básicamente un fanático que no puede pensar y reflexionar, se transforma en una persona tóxica, para sí, para su entorno y para la sociedad. Lo contrario del fanatismo lo encontramos en la moderación, la tolerancia y la ecuanimidad.