Trump, los aranceles y el pragmatismo forzado

Donald Trump decidió hacer una pausa en su política arancelaria, no por convicción ideológica, sino por necesidad política. La medida, anunciada en medio de una fuerte presión interna, expone la tensión entre su instinto proteccionista y la realidad de un sistema financiero global que no tolera sobresaltos.

El presidente norteamericano suspendió por 90 días la aplicación de nuevos gravámenes, excepto a los productos provenientes de China. Fue, en rigor, un giro táctico, no una renuncia a sus convicciones.

Todo comenzó con una advertencia en pleno vuelo.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, le anticipó a Trump que el lunes posterior al anuncio arancelario podía convertirse en un lunes negro para los mercados. El presidente escuchó, como suele hacerlo cuando la advertencia viene de alguien cercano y cuando la amenaza es concreta. Trump es dogmático, pero también un hombre de negocios: su brújula se mueve con los mercados, no con las teorías.

A esa primera alarma se sumaron otras.

Susie Wiles, su jefa de Gabinete le trasladó la presión de legisladores, lobbistas y gobernadores, temerosos de que un colapso bursátil arrastre no solo a la economía estadounidense, sino también la autoridad global de la Casa Blanca. La tensión cruzó a todo el gabinete económico. Mientras Howard Lutnick y Jamieson Greer, encargados del diseño comercial, sugerían una moderación estratégica, Peter Navarro, el cruzado de los aranceles, se atrincheraba en su lógica de confrontación.

Fue entonces cuando una voz inesperada logró penetrar el blindaje presidencial.

Jamie Dimon, CEO de JPMorgan, advirtió en una entrevista televisiva sobre los riesgos de una recesión global. Trump lo vio en FOX, su canal predilecto. El mensaje no pasó inadvertido. La política, después de todo, también se hace con ratings.

Durante 72 horas, el mundo financiero osciló entre la desconfianza y el pánico.

El propio Trump observó cómo se disparaban las tasas hipotecarias y se deterioraban los activos bursátiles. Comprendió que la ofensiva debía matizarse. Su experiencia en el sector inmobiliario le indicó que el daño podía ser mayor al beneficio.

La decisión de suspender los aranceles es, en definitiva, una concesión a la realidad.

  • No hubo un cambio de paradigma, sino una tregua.
  • Trump sigue siendo Trump.
  • Pero, por ahora, entendió que una economía global en vilo no es un terreno fértil para ninguna reelección.