Reflexiones para un lunes: “El amor nos hace mejores”

Soy escritor y apasionado por explorar los matices de la vida a través de las palabras.

Los lunes suelen ser días de reinicio, de nuevos comienzos, y qué mejor manera de iniciarlos que con algunas reflexiones sobre aquello que realmente nos transforma: el amor.  No hablo solo del amor romántico, sino del amor en todas sus formas, ese que nos impulsa a ser más compasivos, más fuertes, más humanos. Porque cuando amamos—ya sea a una persona, un proyecto, una causa o la vida misma—nos convertimos en mejores versiones de nosotros mismos.

La generosidad no es dar lo que te sobra, sino dar lo que creías necesitar.

Porque cuando das de verdad, descubres que en realidad nunca te faltó nada. Lo que entregas con amor regresa multiplicado, aunque no de la forma que esperabas. No te apegues a las cosas, porque las cosas pesan, y la vida es un viaje ligero.

No pierdas tiempo resolviendo la vida, porque la vida no es un problema, es un milagro.

No se resuelve, se vive. Se canta. Se baila. Se llora y se ríe. Y cuando te atreves a vivirla con el corazón abierto, descubres que no hay errores, solo caminos diferentes. Que todo lo que sucede es perfecto, aunque no lo entiendas en el momento.

No te quejes, que naciste con las manos vacías y con los ojos llenos de asombro.

Viniste sin nada y, sin embargo, la vida te ha vestido con más de lo que necesitas. Ese pantalón que llevas es un lujo. Esa camisa es una bendición. ¿Qué más quieres? Si tienes dos piernas, anda. Si tienes dos ojos, mira. Si tienes un corazón, ama. Lo demás es accesorio.

Cuida el presente, porque es lo único que tienes.

No vivas esperando un futuro que nunca llega ni lamentando un pasado que ya no existe. El presente es un regalo, por eso se llama así. Y en él, vivirás el resto de tu vida. No quieras que la vida sea como la imaginaste, porque Dios tiene mejores planes que los tuyos.

Nada sucede como lo esperábamos, y eso es una bendición.

Los caminos torcidos llevan a destinos inesperados. Y si tienes un poco de espíritu aventurero, siempre estarás satisfecho. Porque el que ama la incertidumbre nunca se siente perdido, solo de viaje. Así que suelta, agradece y sigue cantando, que la vida es un instante, y un instante es suficiente para ser feliz.

Aprendí lo que es el amor verdadero gracias a Natacha y a Felisa.

Mi perra y mi gata me enseñaron más sobre la vida que muchos libros y muchas personas. Con ellas entendí que el amor no pide nada, simplemente es. No hace preguntas, no juzga, no espera. Solo se entrega.

Natacha me miraba con esos ojos llenos de luz y movía la cola como si cada día fuera el mejor. Y tal vez lo era, porque ella vivía en el presente, sin preocuparse por el ayer ni el mañana. Felisa, en cambio, era la dueña del tiempo. Dormía cuando quería, jugaba cuando lo sentía y, cuando se acurrucaba sobre mí, parecía que todo en el mundo estaba en su lugar.

Ellas no me querían por lo que tenía ni por lo que hacía, sino simplemente porque sí. Me aceptaban sin condiciones. Nunca me reclamaron nada, solo me dieron amor. Y a su lado entendí que los animales son ángeles disfrazados, guardianes silenciosos de nuestra alegría.

Cuando partieron, sentí un vacío inmenso.

Pero con el tiempo comprendí que no se han ido. Siguen conmigo en cada rayo de sol, en cada brisa suave, en cada recuerdo que me hace sonreír. Y sé que hay un cielo para ellas, porque el amor no muere, solo cambia de forma. Un día volveremos a encontrarnos y entonces, como siempre, Natacha correrá hacia mí y Felisa me mirará con esa serenidad infinita.

Hasta que llegue ese día, sigo aquí, aprendiendo de cada animal que cruza mi camino, respetando su vida y agradeciendo su amor. Porque ellos son los verdaderos maestros del alma.