Los nuevos Reyes

Algo no funciona. Los políticos han cambiado las coronas por micrófonos, pero siguen siendo Reyes.

Reyes del engaño, del discurso hueco, de la mentira descarada. Prometen lo imposible con la misma facilidad con la que respiran. Dicen cualquier cosa para subir en las encuestas, desacreditan, insultan, juegan con la verdad como quien juega con una moneda gastada.

Gobiernan con el cinismo de quien ya no teme al castigo.

Hacen y deshacen. Pueden ignorar a los jueces, torcer las leyes, convertir el Estado en un circo donde la función principal es el saqueo. Una ministra de economía decide sobre el destino de los obreros con la misma ligereza con la que un ministro de deportes juega con una pelota.

La justicia se calla, el pueblo obedece, y el espectáculo continúa.

Basta de mentir.

Nos dicen que los impuestos construyen hospitales, pero los enfermos mueren en los pasillos de la espera. Nos dicen que hay democracia, pero las decisiones se firman a puerta cerrada, entre copas de vino y contratos millonarios.

Nos prometieron igualdad, pero los ricos tienen autopistas y los pobres mueren en caminos de tierra.

Nos hablaron de justicia, pero los ladrones de traje y corbata duermen en mansiones mientras el que roba pan para sus hijos acaba en la cárcel.

El país es un gran botín, repartido entre pocos.

Funcionarios que entran pobres y salen millonarios. Licitaciones amañadas, contratos inflados, obras públicas que solo existen en los papeles.

Dicen que el dinero no alcanza, pero nunca falta para el sueldo de los Senadores.

Nos piden sacrificios mientras ellos viajan en primera clase. Nos exigen paciencia mientras se reparten los restos del país como hienas sobre un cadáver.

Basta de robarnos el futuro disfrazado de progreso.

Basta de gastarse nuestro dinero en sus delirios de grandeza. Volvemos a la época medieval, donde los amos dictan y los sirvientes agachan la cabeza.

Nos vendieron democracia, pero nos entregaron feudalismo.