“La serpiente y la luciérnaga”: Una fábula sobre la envidia
La noche estaba muda, y la luciérnaga volaba, dibujando en el aire un mapa de luces. Pero en la sombra, la serpiente la miraba, con hambre, con rabia, con un rencor que ni ella misma entendía.
La persiguió una noche entera. La persiguió otro día. Y cuando la luciérnaga ya no pudo más, se detuvo.
—Antes de que me tragues, dime algo —dijo la luciérnaga, con la voz temblorosa pero firme—. ¿Soy tu comida?
—No.
—¿Te hice algún daño?
—No.
—Entonces, ¿por qué me persigues?
La serpiente siseó, afiló los colmillos, y escupió la verdad:
—Porque no soporto que brilles.
La luciérnaga comprendió. Entendió que hay quienes devoran por hambre y quienes devoran porque no soportan la luz ajena.
Y entonces, en lugar de apagar su brillo, la luciérnaga hizo lo contrario: brilló más fuerte, tan fuerte que la serpiente tuvo que cerrar los ojos y arrastrarse de vuelta a su sombra.
Moraleja:
Al envidioso no le es posible gozar de lo que ve como valioso en el otro, sino que vive la frustración por lo que carece.
Autor : Esopo, filósofo griego que vivió entre los siglos VII y VI a.c.