Los consejos de mi tía Sara
Mi tía Sara, que en su infinita paciencia repetía las mismas palabras como quien reza una letanía que el tiempo no logra desgastar, solía enunciar siete consejos.
No sé si los encontró en algún libro o si los fue tejiendo a lo largo de sus días, pero poco importa la fuente cuando lo que queda es la certeza de que cada frase suya llevaba consigo un deseo, como si al pronunciarla quisiera conjurar los males del mundo.
- Disfruta de cada triunfo como si fuera el último: Porque la vida es un ventarrón caprichoso que arrastra victorias y fracasos con la misma indiferencia. No te detengas demasiado a celebrar ni a lamentar, porque la memoria es tramposa y lo que hoy brilla con fulgor, mañana será apenas un reflejo pálido en el espejo del tiempo.
- Anda con cautela en este mundo de espejismos y promesas huecas: Los hombres venden sus palabras como si fueran pan caliente, pero muchas veces no son más que migajas de lo que alguna vez soñaron ser. Sin embargo, no permitas que la desconfianza te endurezca el alma; en los rincones más oscuros aún resplandecen pequeñas llamas, y hay noches en que las luciérnagas desafían a la sombra con su danza obstinada.
- Cuando los años se posen sobre tu espalda como pájaros cansados: No los espantes ni los maldigas, deja que aniden donde quieran. La juventud es una visitante veleidosa que nunca avisa cuándo se marcha, y cuando te des cuenta, ya se habrá ido sin dejar dirección alguna. No la llames, no la persigas; la vida no es un álbum de recuerdos, sino un río que avanza sin volver la vista atrás.
- Hazte fuerte, porque la desgracia es un huésped que no toca la puerta: Vendrá cuando menos lo esperes y se instalará en tu mesa sin pedir permiso. Pero no la conviertas en tu única compañía, no le pongas silla de honor. La mayoría de los miedos no son más que sombras proyectadas por la fatiga, fantasmas que se alimentan del insomnio y que al alba se desvanecen como niebla entre los árboles.
- Por sobre todas las cosas, sé piadoso contigo mismo: Mira a tu alrededor y verás que hasta los ríos tienen derecho a cambiar su curso, que las estrellas titilan sin pedir explicaciones. No te atormentes con el peso de ser, ni busques en otros la medida de tu propia existencia. Desde el momento en que respiraste por primera vez, ya eras parte de este mundo, con tus aciertos y tus errores, con tu luz y tu sombra.
- Aunque no lo veas con claridad, todo se mueve en el orden que le corresponde: No gastes tus días intentando descifrar el lenguaje del destino, porque su gramática es incierta y sus signos de puntuación aparecen donde menos lo esperas. Haz las paces con lo que eres, con lo que crees, con lo que amas. Y si en medio del ruido logras hallar un rincón donde reine la calma, cuídalo como si fuera un tesoro, porque lo es.
- La vida es un laberinto de ilusiones rotas y esperanzas que se marchitan al sol: Pero, a pesar de todo, sigue siendo un prodigio. Ama sin mesura, ríe sin culpa, deja que el asombro te acompañe como un viejo amigo. Porque la felicidad, si acaso existe, no es más que el arte de maravillarse con lo efímero, de encontrar en lo breve un instante de eternidad.