El regreso de la primavera

La primavera llegó sin pedir permiso, como quien sabe que el invierno ya no tiene excusas.

Aterrizó sobre los parques europeos con una dulzura casi descarada, barriendo el gris de las aceras, despertando los almendros, alborotando a los gorriones. Es marzo, y París bosteza bajo un sol tímido, Roma se despereza entre fuentes rumorosas, y Madrid se sacude la pereza con los primeros balcones abiertos de par en par.

Hay algo en la primavera que obliga a los corazones a cambiar de ritmo.

Tal vez sea la luz, que ya no es ese resplandor mezquino de los meses fríos, sino una caricia extendida que se derrama sobre los cafés, las plazas y los cuerpos. En Berlín, los ciclistas vuelven a conquistar los bulevares; en Ámsterdam, los tulipanes estiran el cuello como si quisieran asomarse al cielo. Incluso en Londres, donde la lluvia es un viejo hábito, se insinúan tardes de tregua, de parques llenos de risas, de amores que florecen entre los cerezos de Kew Gardens.

La primavera tiene algo de reencuentro, de segunda oportunidad.

Es el recordatorio de que todo lo que parecía dormido aún puede latir, de que la nostalgia del invierno no es más que un espejismo. Los días se alargan y con ellos el deseo de caminar sin rumbo, de perderse en ciudades que despiertan con un ritmo distinto. En Lisboa, el aroma del mar se mezcla con el de las jacarandas en flor; en Praga, los puentes parecen más ligeros, como si la piedra recordara que un día fue río.

La gente sonríe más.

No porque la primavera resuelva problemas, sino porque invita a mirarlos con menos prisa. Los abrigos van quedando atrás, las terrazas se llenan de charlas sin apuro, y en las noches que ya no duelen de frío, los poetas anónimos vuelven a escribir versos en servilletas de bares cualquiera.

Es la primavera en Europa.

Un instante fugaz en el que todo parece posible, en el que la vida deja de ser un borrador para convertirse en un cuadro de colores vivos. Un soplo de abril que llega sin anunciarse, pero que, en el fondo, todos esperaban.

El invierno ya pasó, y en el hemisferio sur el otoño se asoma.