El arte de mentir… ¿sin querer?

Se miró al espejo y dijo: «Hoy será un día sin mentiras». Y ya había mentido. Porque no hay día sin mentiras, así como no hay día sin sombra. La mentira es el respiro de la humanidad, su coartada y su condena.

La madre le dice al niño que el abuelo se ha ido a un viaje largo, porque la muerte es demasiado cruel para su lengua de azúcar. El amante dice que fue una reunión de trabajo, porque el deseo pesa menos que la culpa.

El político sonríe y promete, porque la verdad nunca gana elecciones. El empleado enfermo se palpa la frente y exagera su tos en el teléfono, porque el descanso también necesita un disfraz.

Las mentiras se visten de blanco para no asustar.

Se llaman piadosas, estratégicas, necesarias. «No es por ti, es por mí». «Te ves igual que antes». «Solo tomé dos copas». Y el que las dice se siente menos culpable, como quien roba pan para alimentar a un niño.

Pero están las otras, las que clavan su raíz en la tierra fértil de la ambición.

El mercado miente, el poder miente, la historia miente. La publicidad promete belleza en un frasco, felicidad en una tarjeta de crédito. Las banderas se agitan al viento de la mentira, justificando guerras con palabras huecas. El estudiante jura que leyó el libro entero, pero solo recorrió el resumen con la vista.

El esposo dice que ya va en camino, mientras aún busca las llaves. El amigo dice «cuenta conmigo» y nunca responde el teléfono. La anciana le asegura a su reflejo que sigue igual de joven.

Y luego están los que dicen «yo nunca miento».

Pero al abrir los ojos en la mañana, le mienten al reloj cuando dicen «cinco minutos más». Se mienten a sí mismos en el espejo, disfrazando el miedo de certeza.

Mienten cuando dicen «estoy bien» con los labios apretados. Y así siguen, sin darse cuenta de que su vida es una trama de pequeñas y grandes falsedades.

Los peligrosos.

Pero los más peligrosos son aquellos que exigen tu verdad como quien reclama un espejo limpio, y al verse en él rompen el cristal con rabia. Te interrogan con voz de juez:«Dime cómo piensas». Y cuando les entregas tu palabra desnuda, la clavan en tu pecho como prueba de traición.

Son cazadores de certezas que disparan al mensajero, inquisidores del alma que buscan herejías en tu honestidad.  Quieren tu opinión, tu verdad y tu fuego, pero solo para quemarte con él.

La mentira es la tinta con la que se escribe la historia de cada día.

Sin ella, la vida sería insoportable, desnuda, cruel. Pero con ella, a veces es aún peor. Y así seguimos, mintiendo para vivir y viviendo para mentir.

Pero tranquilos: esta vez, todo lo dicho aquí es pura verdad.