Historias para no olvidar:” El país de los ahorros perdidos”

Las manos del pueblo están vacías. Donde antes había billetes doblados con esmero, donde antes se guardaban los sueños en pequeñas libretas bancarias, ahora sólo quedan papeles sin valor, promesas de humo, ecos de una confianza traicionada. Dicen que el dinero no duerme, pero en diciembre de 2001, en la Argentina saqueada por sus propios dueños, el dinero desapareció mientras la gente dormía.

Amanecieron los bancos con rejas en las puertas y patrulleros en las esquinas.

«No hay plata», decía el cajero con la voz impostada de quien se sabe a salvo, mientras el jubilado, la maestra, el trabajador con las manos curtidas miraban sus pesos atrapados en pantallas electrónicas. El dinero estaba ahí, en números fríos, inamovibles, intocables, como el botín de un atraco a plena luz del día.

Lo llamaron «Corralito», como si el eufemismo pudiera suavizar la verdad.

¿Por qué se llegó al Corralito? Las causas se remontan a años de políticas económicas neoliberales, privatizaciones masivas, un endeudamiento descontrolado y la implementación del sistema de convertibilidad que ató el peso argentino al dólar estadounidense. Esto generó una economía ficticia, basada en el endeudamiento externo y la fuga de capitales. En 2001, la crisis económica y social explotó: el país estaba en recesión, el desempleo superaba el 20%, la pobreza aumentaba drásticamente y los mercados financieros dejaron de confiar en Argentina. La imposibilidad de pagar la deuda y la masiva salida de dólares del sistema bancario forzaron al gobierno a tomar medidas drásticas.

No era un corral para proteger a los ahorros del lobo feroz; era la jaula donde encerraron a los pobres mientras los ricos alzaban vuelo.

En los días previos, mientras el pueblo trabajaba, los que sabían lo que venía ya habían sacado sus dólares, habían vaciado sus cuentas y llenado sus arcas en algún banco extranjero. Cuando el portazo se cerró, del otro lado sólo quedaron los incautos, los de siempre, los que confían, los que creen que el esfuerzo paga, que la palabra del banco es ley, que el Estado no se volverá en su contra.

Los responsables políticos y económicos de esta debacle fueron varios.

  • El expresidente Fernando de la Rúa y su ministro de Economía Domingo Cavallo fueron quienes implementaron el «Corralito» el 3 de diciembre de 2001, como un intento desesperado de evitar el colapso financiero.
  • Sin embargo, el problema venía de antes: durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), con su ministro de Economía Domingo Cavallo, se instauró la convertibilidad y se privatizaron empresas estatales clave, lo que generó un crecimiento basado en deuda y capitales especulativos.
  • Más tarde, durante el gobierno de la Rúa, la falta de medidas para reactivar la economía y la profundización del ajuste llevaron a un estallido inevitable.
  • Cuando el FMI negó el auxilio financiero, la situación se volvió insostenible.

Y el pueblo salió a la calle, porque el pueblo no se deja morir en silencio.

La Plaza de Mayo se llenó de ollas y cacerolas, de pancartas rabiosas, de gritos que golpeaban contra las paredes del poder. «Que se vayan todos», clamaba la multitud. Pero los que se fueron no eran los culpables; eran los que ya no tenían nada que perder. Los que se quedaron fueron los mismos de siempre, los de los trajes caros y los discursos vacíos, los que aplaudieron cuando el Fondo Monetario dictó la sentencia y después se escondieron tras sus escritorios.

El caos de los tres presidentes.

  • La crisis de 2001 fue tan devastadora que el país vivió una sucesión presidencial caótica.
  • Tras la renuncia de Fernando de la Rúa el 20 de diciembre de 2001, Adolfo Rodríguez Saá asumió la presidencia interina, declaró el default de la deuda externa y renunció a los pocos días.
  • Luego, Ramón Puerta y Eduardo Camaño ocuparon transitoriamente el cargo hasta que Eduardo Duhalde fue designado presidente interino en enero de 2002.
  • Fue Duhalde quien decretó la salida de la convertibilidad, estableciendo el «Corralón», que pesificó los depósitos en dólares y profundizó la crisis económica de los ahorristas.

A los ahorristas les devolvieron el dinero a pedazos, con cuentagotas, desvalorizado, destrozado.

El país entero pagó la deuda de los bancos, mientras los bancos se quedaban con las casas, con los comercios, con los sueños. La historia argentina es una historia de saqueos con firma y sello, de ladrones con diplomas, de una democracia que se arrodilla cuando el mercado aprieta.

Pero la gente no olvida.

Aquel diciembre encendió una chispa que sigue latiendo en la memoria de cada argentino estafado. Porque si algo no pudieron robarles, fue la dignidad de salir a la calle, de hacer temblar a los poderosos con el golpe seco de una cacerola, de gritar que un país no es un balance de cuentas, sino la gente que lo camina.

Y aunque las heridas aún duelan, y aunque la impunidad siga siendo la gran ganadora, en cada grito de protesta sigue resonando aquella verdad irrefutable.

 

“Hablando en plata”:

 Durante el corralito argentino de 2001-2002, quedaron atrapados en los bancos aproximadamente:

  • USD 66.5 mil millones en depósitos en dólares.
  • ARS 47.2 mil millones en depósitos en pesos.

En total, el equivalente a USD 113.7 mil millones en depósitos quedaron restringidos. Sin embargo, debido a la posterior pesificación asimétrica, muchos ahorristas en dólares vieron sus fondos convertidos a pesos a una tasa desfavorable, lo que resultó en una gran pérdida de valor adquisitivo.