Amiga, deja de sufrir, hoy es un nuevo día

Asómate.

Deja que el alma respire, que se airee como una casa cerrada por demasiado tiempo. ¿Sientes ese aroma a moho? Son los sueños olvidados, aquellos que un día fueron alas y ahora apenas son hojas secas en el umbral de tus días.

Suelta. Abre las manos.

Deja que el viento se los lleve lejos, tan lejos que ni la nostalgia sepa encontrarlos. No temas al vacío que queda tras la despedida; es en los espacios vacíos donde la luz se atreve a entrar.

Límpiate por dentro.

Sacude el polvo antiguo de la tristeza, barre los restos de un dolor que ya no es tuyo. Hay heridas que insisten en doler más de lo necesario. Y, sin embargo, la piel sabe, el alma aprende: las cicatrices no son grilletes, son mapas.

La claridad es un don.

Quien mira con ojos limpios descubre que la vida no es un laberinto de sombras, sino un tapiz de caminos abiertos. Que el sol se cuele por las rendijas, que ilumine los rincones donde la soledad hizo su nido. Que caliente el frío de las ausencias, que deshaga las telarañas de los miedos heredados.

No sufras por inercia.

No cargues pesares ajenos como quien lleva piedras en los bolsillos. Despréndete del hábito de doler. Deja que el sol te haga más liviana, que el aire te devuelva la risa que creías perdida.

Enamórate de una sonrisa.

Aunque sea la tuya reflejada en un charco de lluvia. Y regálala. Porque en los ojos encendidos de esperanza revolotean colibríes y danzan las luciérnagas. Porque la esperanza es un virus que se propaga con el roce de un gesto sincero.

Ama sin condiciones a quien te mira desde el espejo cada mañana.

Perdónala por sus tropiezos, abrázala por sus intentos, celébrala por resistir. Porque resistir también es un modo de avanzar. Porque no es cierto que los sueños mueran. Son las personas las que, agotadas, renuncian a perseguirlos. Pero hoy no. Hoy los sostienes entre tus manos. Y eso ya es un comienzo.

Y si después de todo, amiga, todavía dudas.

Si sientes que el peso de lo ido aún te inclina los hombros, te lo digo yo sin rodeos: “me pasa que a veces también me canso, que la sombra se sienta a mi lado y me susurra derrotas. Pero luego respiro, y entiendo que hay soles que nunca olvidan salir.”

Así que aquí estoy, con mi torpeza y mis remiendos, con mis días buenos y los otros, diciéndote que la vida sigue, que nos sigue. Y eso, amiga, es más que suficiente.