Reflexiones: “El viaje al crecimiento”
Hay quienes creen que la inteligencia es una fortaleza solitaria, una torre de marfil donde las ideas brillan sin compañía. Pero la verdadera inteligencia no es la que se encierra en sí misma, sino la que sabe reconocer sus propios límites y, con humildad, busca en otros lo que le falta.
Hay un mérito incuestionable en rodearse de quienes piensan más rápido, ven más lejos o encuentran caminos donde otros solo ven muros.
La astucia más grande no es saberse el más capaz, sino tener el coraje de compartir la mesa con otras mentes. Y hablando de desafíos, el mayor riesgo no es lanzarse sin paracaídas, sino creer que se tiene uno cuando en realidad es solo aire. El peligro no está en caer, sino en no entender el porqué de la caída. Porque el que tropieza sin aprender está condenado a repetir la misma piedra, a enredarse una y otra vez en la necesidad de su propia certeza. Pero quien comprende sus errores no solo se levanta con más fuerza, sino con más sabiduría. Porque no hay peor ceguera que la de aquel que se niega a ver lo que hace mal.
De todas las inversiones que la vida nos ofrece, ninguna supera la de apostar por uno mismo.
Hay quienes dejan su suerte en manos del azar, de las modas o de las opiniones ajenas. Pero el que cultiva su mente, fortalece su espíritu y alimenta su curiosidad siempre tendrá algo valioso que ofrecer. La mejor apuesta no es la que promete dinero rápido ni reconocimiento instantáneo, sino aquella que construye sobre bases sólidas, sobre aprendizajes duraderos.
Y en ese viaje de crecimiento, la educación es el pasaporte más valioso.
Ni pesa, ni caduca, ni estorba. Quien ve la educación como un gasto es porque aún no ha sentido el poder de una idea bien aprendida, el impacto de una verdad comprendida a tiempo. La educación no es un privilegio, es un derecho. Es la llave que abre puertas, la voz que rompe silencios, el puente que une lo que somos con lo que podemos llegar a ser.
Dicen que el trabajo en equipo es la clave.
Pero a veces el equipo es un espejismo y el trabajo una carga que unos llevan y otros disfrutan. Como en la vida, donde unos caminan ligeros y otros arrastran las maletas de todos. Y así nos hablan de esfuerzo compartido, cuando en verdad es el peso mal repartido.