Entre la decepción y la gratitud ¿tú que eliges?
La decepción y la gratitud caminan juntas.
Una se asoma por la ventana del deseo, la otra se sienta en la puerta de la resignación. La decepción dice: «Esto no es lo que esperaba». La gratitud responde: «Podría haber sido peor». Y así transcurre la vida, en ese vaivén de lo que pudo ser y lo que realmente fue.
El niño abre el paquete con los ojos encendidos.
Esperaba el tren eléctrico, pero encuentra una caja de colores. Su boca se curva en una línea recta, la decepción lo abraza. En la esquina, otro niño recoge una lata vacía del suelo y la convierte en un juguete. Sonríe. La gratitud le toma la mano.
El joven espera la llamada que nunca llega.
Se convenció de que el amor de su vida estaba al otro lado del teléfono, pero el teléfono calla. La decepción lo aprieta fuerte. En otra casa, una mujer bebe café sola, mirando la lluvia. Piensa en el último adiós, en todo lo que pudo haber sido y no fue. Pero respira. Agradece que el amor que dolió no haya dolido más.
El obrero mira su salario y calcula cuántos días le faltan para llegar a fin de mes.
La decepción lo muerde, lo desvela. En el mismo país, otro obrero, sin salario, sin techo, sin pan, mira el día que comienza y se siente afortunado por tener fuerza para trabajar, aunque no haya trabajo. La gratitud lo abraza.
Así gira el mundo, entre lo que soñamos y lo que nos toca.
Nos enseñaron a medir la vida por lo que nos falta, por lo que no llegó, por lo que se rompió antes de tiempo. Nos dijeron que ser felices es tener más, siempre más. Y la decepción creció como un árbol torcido, con raíces profundas en nuestros corazones.
La gratitud es otra historia.
No viene en postales ni en anuncios de televisión. No se vende en supermercados ni se subasta en las bolsas del mundo. La gratitud es pequeña, silenciosa. Se esconde en las grietas de la rutina, en los detalles que nadie mira. Vive en la caricia inesperada, en el techo que nos cubre, en el pan compartido. No grita, pero salva.
La decepción y la gratitud caminan juntas. A veces, la decepción va adelante, con su sombra larga y pesada. Pero si nos detenemos un instante, si respiramos hondo, tal vez podamos ver a la gratitud allá, en la esquina, esperándonos. Y entonces, sin darnos cuenta, damos un paso más, seguimos andando, y la vida continúa.