La alegría es un faro, pero no brilla sola
La alegría no es solo un sentimiento; es una forma de resistir, de vivir a pesar de los días grises. No nace del azar ni de los caprichos del destino. La alegría, como un pájaro, se alimenta de pequeñas decisiones, de gestos simples y de la luz que cada uno decide encender en su interior. Aquí hay un mapa, un rastro de migas hacia esa felicidad que no se improvisa, pero que siempre está al alcance de nuestras manos.
Dicen los que saben sobre las personas alegres, las que buscan la felicidad a largo plazo:
- Deciden vivir con alegría. No es un regalo, es una conquista. Se elige cada día, como se elige caminar o respirar.
- Son buenas personas. Hacer el bien no tiene precio: algo en el alma sonríe cuando actuamos con bondad.
- Practican la amabilidad. Como decía el Dalai Lama, «siempre hay un momento para ser amable».
- Relativizan el drama. Problemas siempre habrá, pero la vida sigue siendo maravillosa si sabemos distinguir entre lo urgente y lo importante.
- Cultivan el amor. Pasan tiempo con quienes quieren. Entre risas y juegos, cuidan los lazos que los sostienen.
- Hacen pausas. Detenerse es vital: solo al parar se ve el paisaje y se encuentra el rumbo.
- Se ilusionan. La magia está en los pequeños rituales: un café al amanecer, una charla bajo las estrellas.
- Agradecen. Cada día trae un regalo. La felicidad crece al valorar lo que tenemos.
- No guardan rencor. Perdonan, porque el rencor pesa más que cualquier carga.
- No juzgan. Cada quien tiene su historia, y comprenderla nos abre la puerta a la tolerancia y la alegría.
La alegría es un faro, pero no brilla sola. Hay que nutrirla, cuidarla, elegirla. Está en nuestras manos sembrar bondad, abrazar lo pequeño y soltar lo que pesa. No es una meta, es el camino; un acto cotidiano, casi heroico, de rebelarse contra lo que duele y elegir lo que nos eleva.
¿Qué otra cosa nos queda, sino vivir con todo el corazón?