Helenio Herrera: El mago que reinventó el fútbol

Helenio Herrera nació el 10 de abril de 1910 en Buenos Aires, Argentina, y murió el 9 de noviembre de 1997 en Venecia, Italia. El fútbol, como la vida, necesita de artistas y de obreros, de poetas y de estrategas. Herrera no era de los que jugaban bonito, pero entendía el juego como pocos. Criado entre Argentina, España y Marruecos, y consagrado en Europa, fue un hombre de muchos mundos. Ese caminar sin raíces lo convirtió en un genio pragmático, capaz de transformar equipos comunes en máquinas de ganar.

Lo llamaban «El Mago», y su magia no estaba en la gambeta ni en los goles imposibles. Su magia era invisible, como el aire que mueve las alas del viento. Decía que ganar no era lo más importante, sino lo único. Y, bajo esa bandera, construyó equipos que jugaban con la fuerza de un ejército en batalla.

En el Inter de Milán, Helenio perfeccionó el catenaccio, el famoso sistema defensivo que cerraba todas las puertas. Los rivales chocaban con un muro invisible y, cuando menos lo esperaban, un contragolpe veloz les arrebataba el aliento. Su fútbol no era una fiesta de belleza, sino un canto a la eficacia. Algunos lo llamaban mezquino; él, en cambio, lo veía como un arte diferente. En el juego de Herrera, cada jugador era una pieza imprescindible de una maquinaria perfecta.

Pero Helenio no era solo táctica y pizarrones. También era un maestro de las almas. Pintaba frases en los vestuarios, pequeños manifiestos que encendían a sus jugadores: «Ganar no es todo, es lo único», “El que no da todo, no da nada”. Era un psicólogo antes de que la psicología llegara al fútbol, un domador de egos y constructor de equipos.

Herrera creía que los partidos se ganaban antes de jugarlos. Fue pionero en imponer entrenamientos rigurosos, dietas controladas y tácticas adaptadas a cada rival. Preparaba a sus equipos como un artesano afila su herramienta, con paciencia y precisión. Bajo su mando, el Inter se convirtió en el «Grande Inter», un equipo que dominó Europa en los años 60 con dos Copas de Europa, tres ligas italianas y dos Copas Intercontinentales.

Lo acusaron de matar la belleza, de encerrar al fútbol en un candado. Pero el fútbol no es solo poesía: también es estrategia, esfuerzo y sacrificio. Y eso, Helenio lo sabía. Sus equipos no bailaban como un tango, pero ganaban como un boxeador que derriba al rival con un golpe perfecto.

Hoy, cuando se habla de táctica, de disciplina, de la importancia del colectivo sobre el individuo, el nombre de Helenio Herrera sigue vivo. Fue un arquitecto del fútbol moderno, un hombre que entendió que los partidos no se juegan solo con los pies, sino también con la cabeza y con el alma. Helenio Herrera, el Mago, no nos dejó goles ni gambetas, pero nos dejó una lección: en el fútbol, como en la vida, la victoria también se construye con el corazón.