Buscando respuestas

Aunque lo externo puede influir mucho en nuestra vida, lo interno tiene un peso significativo, porque nuestra percepción y nuestras respuestas dan forma a cómo vivimos las experiencias. Viktor Frankl, un psicólogo que sobrevivió al Holocausto, dijo: «Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad».

Hay quienes creen que la vida les sucede como una lluvia inevitable. Piensan que las cosas buenas caen del cielo, obra de manos ajenas o del capricho del destino. Pero también están quienes se saben sembradores de su propia suerte. Son ellos los que, con sus manos y su aliento, encienden las estrellas de sus vidas.

Estos caminantes, que llevan el fuego en el pecho, confían en su propia fuerza para cruzar tormentas.

Mientras otros se ahogan en el miedo, ellos reman con las palabras del corazón: «Puedes». Sus fortalezas no son visibles, no lucen medallas ni levantan estandartes, pero están ahí, sosteniéndolos como raíces que abrazan la tierra. Porque nuestras virtudes, aunque silenciosas, son las que nos permiten crecer hacia la luz.

Algunas cosas nos vienen de antes, marcadas en los huesos, heredadas como una canción de cuna que no elegimos.

El color de los ojos, la forma de los pies, la manera en que nuestras manos buscan el aire. Pero las mejores cosas no se heredan: se aprenden. La empatía, el coraje, la paciencia. Y el optimismo… Ah, el optimismo. Ese no se encuentra en los genes. Es una llama que encendemos con esperanza, alimentada por la certeza de que incluso el día más oscuro lleva un amanecer.

No todos los hechos que llevamos en el equipaje nos guían.

Algunas son piedras que pesan, otros son mapas que no conducen a ninguna parte. Pero el optimismo es brújula, es faro, es el impulso que nos empuja a levantarnos cuando caemos. No es negar la tormenta, sino saber que siempre habrá sol después de la oscuridad.

No elegimos el escenario donde nacemos, pero sí las palabras que escribimos en el libro de nuestra vida.

Somos autores, aunque a veces el mundo intenta arrancarnos la pluma. Y, aunque las páginas vengan manchadas o arrugadas, siempre podemos escribir un nuevo final.

Porque la vida es eso:

Un acto de creación constante, un lienzo infinito donde cada día es una oportunidad de pintar algo nuevo. Y los que saben que llevan colores dentro de sí mismos, nunca dejan de pintar, incluso en medio de las tempestades.