Presta atención a lo que amas
La sepultura preparada con esmero, la pompa de las exequias, la corona de flores que se lleva con solemnidad… ¿para quién son realmente? ¿Acaso el muerto puede ver el brillo de los cirios u oler el perfume de los lirios?
No, no. Esos rituales, que parecen tan nobles, son más bálsamo para el corazón de los vivos que ayuda para el alma que ha partido. Todo esto no es más que un eco vacío si, en vida, negamos la ternura, el abrazo, la palabra.
Si tienes un amigo, si existe un pariente que sufre en la soledad o en la penuria, ¿por qué esperar al luto para mostrarle tu cariño? ¿De qué sirve un epitafio rebosante de halagos, si en vida no supo cuánto lo amabas?
Ayúdale ahora, acompáñale en el tiempo que aún se puede compartir. Llénale los días de risas, de compañía, de aquello que las flores no pueden dar cuando ya no pueda verlas.
Presta atención a quienes te rodean, a esos que amas y que han sido parte de tu historia
Dales de ti lo más valioso: tu tiempo, tu mirada, tu ternura. La gratitud no debe llegar con retraso. El amor, se vive en presente, en el roce de las manos, en la palabra oportuna, en el gesto sincero.
Hazlo hoy, antes de que sea tarde, antes de que el silencio invada lo que el ruido de tus pasos pudo llenar. No dejes que el pesar del “no hice” te alcance, que las flores sobre una tumba no resucitan ni devuelven abrazos.
Vive para amar en el ahora, para sembrar afecto en los corazones que laten contigo. En vida. Allí está el verdadero consuelo, el único homenaje que vale la pena.