Escucha el susurro de la vida

Cuidado, amiga, cuidado, amigo. Que esa exigencia tuya, tan alta y lejana, no se convierta en una pared que te encierre en la tristeza y la desesperanza. A menudo, en la búsqueda de la perfección, nos imponemos estándares que parecen inalcanzables, y sin darnos cuenta, empezamos a construir muros alrededor de nuestro propio corazón. Estos muros, creados por nuestras expectativas, pueden convertirse en una cárcel emocional, donde reinan la culpa y la frustración.

Nos exigimos tanto a nosotros mismos que, al no cumplir con nuestras propias expectativas, empezamos a cargar con una culpa que pesa más que cualquier otra cosa. Es como si fuéramos jueces implacables de nuestras propias vidas, incapaces de perdonarnos por nuestros errores y, a veces, incluso por nuestra humanidad.

Pero ¿es justo tratarnos con tanta dureza? No olvides que somos seres imperfectos, y es precisamente en nuestra imperfección donde radica nuestra belleza.

Anda despacio, respira profundamente y observa el camino que estás recorriendo. La vida no se trata solo de llegar a una meta lejana o de cumplir con todas las expectativas que te ha impuesto. Es en el trayecto, en cada pequeño paso que das, donde se esconde la verdadera esencia de la existencia. A veces, nos concentramos tanto en el destino final que olvidamos que la vida sucede en los detalles, en los momentos de silencio, en las pausas.

Escucha el susurro de la vida. Porque está allí, en los momentos cotidianos, en las risas, en las lágrimas, en los tropiezos y en los logros. Sin presiones. Permítete ser, permítete sentir y, sobre todo, permítete fallar. Porque es en esas caídas donde realmente aprendemos a levantarnos.