Una fábula para emprendedores (y para los que no lo son)

La lechera caminaba con la cabeza en el cielo y un cubo de leche en equilibrio sobre su cráneo. Sus pies deslizaban sobre el polvo del camino, pero su mente volaba alto, muy alto, donde el viento de las ilusiones juega a construir castillos de aire.

Ella pensaba:

“La leche se transformaría en nata, la nata en mantequilla, la mantequilla en monedas doradas que tintinearían en su bolsillo. Y con esas monedas, compraría huevos. De los huevos nacerían pollitos, y de los pollitos, pollos robustos, que vendería por mucho más de lo que jamás había soñado. Entonces, se vería en un vestido nuevo, de esos que giran con el viento, que atrapan miradas. Sería la reina de la fiesta. El hijo del molinero, ese joven de ojos vivaces, la miraría como nunca antes lo había hecho. Bailarían bajo la luna, pero no tan rápido; primero le haría rogar.”

Mientras fantaseaba, sus pies seguían moviéndose, pero su cabeza, en un acto anticipado de coquetería, se balanceó diciendo que no. Y así, en un parpadeo, el cubo resbaló. El líquido blanco se desparramó sobre la tierra sedienta, y junto a la leche se escurrieron también sus sueños.

Moralejas:

  1. No esperes tenerlo todo para empezar a caminar con firmeza.
  2. Soñar es necesario, pero construir castillos en el aire puede llevarnos a perder lo que tenemos en nuestras manos.
  3. No dejes que tus ilusiones se conviertan en trampas que te paralicen. Actúa hoy, en el mundo real, con lo que tienes.
  4. El verdadero emprendedor tiene sus sueños en las nubes, pero sus pies bien plantados en la tierra. Sabe que para alcanzar lo que anhela, primero debe dar pasos concretos en el presente.