Pan y Circo: Tiempos extraños
¿Será por los reality shows o alguna otra hechicería moderna? Es difícil recordar una época en la que la televisión, los noticieros, las redes sociales y la prensa amarilla estuvieran tan repletos de basura sin sustancia.
Hoy, la fama se hereda como la calvicie o las deudas. Los nuevos ídolos son los hijos de algún famoso o alguna famosa.
¡Ay! Si hiciéramos una trazabilidad genética, descubriríamos que el único talento de estos seres es ser parientes de alguien que alguna vez destelló. O que ganó notoriedad gracias a un escándalo doméstico.
Estas criaturas, ahora autoproclamadas influencers, inundan nuestras redes con la gracia de una tormenta de verano: ruidosas y pasajeras.
No han hecho absolutamente nada digno de mención, nada que justifique su constante presencia en los titulares. Mientras tanto, los verdaderos talentos son relegados al olvido, exiliados en su propio país.
Y nadie escapa a esta plaga.
Los periódicos más prestigiosos, antaño “guardianes de la decencia” y la verdad, han sido devorados por el monstruo de la vulgaridad. Nos presentan al hijo de, al primo de, a la exesposa de, a la nueva amante de, y así continúa el espectáculo diario de la miseria humana.
Este virus no discrimina: políticos, gobernantes, ministros… Todos unidos en un complot para adormecer a los ciudadanos comunes, administrándoles altas dosis de pan y circo.
¿Será que en algún momento nuestras sociedades se inocularon con el virus de la estupidez y ningún médico lo advirtió? ¿Será que ya estamos todos infectados y nadie quiere o puede hacer nada al respecto?
¿O será que la epidemia del conformismo y la ignorancia ha hecho metástasis, y nosotros, cómodamente anestesiados, hemos decidido no luchar más?