Un ser increíble llamado Lina
Con frecuencia siento la necesidad de verla. De escuchar su relato afectuoso, sin rencores, sobre una vida dura y plena de trabajo. Siempre la vivió con agradecimiento y nunca con fastidio. Lina es una de esas personas que hacen posible que la ayuda llegue siempre a quien lo necesita, sin pedir nada a cambio.
Solo personas generosas de afecto, ternura y amor pueden lograr algo así.
Logró superar a un hombre que tenía la mano pesada y la boca siempre seca. Con valentía y determinación, crió a su único hijo, dándole lo mejor de ella misma: la mejor comida, el mejor estudio, el mejor cobijo para el frío y el calor. Siempre anteponiendo a los demás, y dejándose a sí misma para el final.
Trabajó en tres o cuatro empleos diarios para sostener a su familia.
Pero un día, cuando parecía que la suerte la había olvidado, Dios la recordó. Lina ganó la lotería, y no fue cualquier premio, sino uno de los grandes. Pero, fiel a su naturaleza generosa, primero pensó en su madre, en su hermano, en su hijo y en cualquier desamparado que necesitara ayuda. Y por supuesto, ella se dejó para el final. Aun después de cobrar el billete, Lina siguió trabajando, tal vez pensando que la fortuna era un sueño del que podría despertar en cualquier momento. Con su generosidad ilimitada, le regaló el mejor piso a su hijo.
Ahora, en su amada Málaga, tan cerca del mar, vive bien y feliz. Su sonrisa irradia paz y su humor, del verdadero, es contagioso.
Tuve la suerte de conocerla gracias a mi querida Conchi, otro ángel del que escribiré pronto.
Estar con Lina es como recargar las pilas, es volver a lo importante. Compartimos comidas en el «Chupaytira» o disfrutamos de una caña sin alcohol. En estos tiempos difíciles, donde tantos «muertos de hambre» quieren sobresalir como «piojos resucitados», un encuentro con Lina es como un viaje al Tíbet, encontrar la paz en el Himalaya, pero sin salir de Andalucía.
Ojalá que todos a los que ayudaste y sigues ayudando te devuelvan, aunque sea una pequeña parte, del bien que has sembrado. Yo soy uno de esos afortunados, y siempre regresaré a ti cada vez que la realidad cotidiana ensucie mis pensamientos. En ti encuentro un remanso de paz, humor y sinceridad.
Lina, eres un faro de esperanza y bondad en un mundo que a menudo olvida estas virtudes.
Gracias por ser la luz que guía a tantos en la oscuridad, por ser el ejemplo de que con amor, sacrificio y generosidad, se puede construir una vida increíble, digna de ser celebrada y recordada por siempre.