Fábula «La luciérnaga y la serpiente”, una lección sobre la envidia

En tiempos antiguos, cuenta la historia de una serpiente que, con astucia y determinación, persiguió a una indefensa luciérnaga. Esta criatura luminosa, temerosa pero veloz, se esforzaba por escapar de las garras de su feroz perseguidor, quien no mostraba intención de abandonar su caza.

Un día pasó, y la luciérnaga continuaba su escape sin descanso; dos días transcurrieron en la misma rutina. Al tercer día, exhausta y sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y se enfrentó a su acechadora con valentía.

«¿Me permitirías hacerte tres preguntas?» inquirió la luciérnaga, consciente de que su destino pendía de un hilo.

«No suelo otorgar tal concesión, pero como mi intención es devorarte, adelante, pregunta», respondió la serpiente con arrogancia.

«¿Soy parte de tu cadena alimenticia?» comenzó la luciérnaga con calma.

«No», admitió la serpiente.

«¿Te he causado algún daño?» prosiguió la luciérnaga.

«Jamás», contestó la serpiente con certeza.

«Entonces, ¿por qué deseas mi fin?» concluyó la luciérnaga con firmeza.

«Porque no soporto contemplar tu resplandor», confesó la serpiente, revelando así su verdadero motivo: la envidia.

Ante esta revelación, la luciérnaga optó por responder con una sonrisa, y con renovado vigor, se elevó aún más alto y rápido, dejando atrás a su envidiosa perseguidora. La serpiente, privada de su anhelo de devorar esa luz tan deslumbrante, quedó en la oscuridad de su propia envidia.

Moraleja:

Esta fábula nos enseña que en ocasiones, el silencio es la mejor respuesta ante la envidia y la adversidad. Cada uno de nosotros brilla con luz propia, y es nuestra responsabilidad proteger y cultivar esa luz, sin permitir que la sombra de la envidia nos oscurezca el camino.