Cuento corto: “La pérdida de riqueza duele, la pérdida de amistad duele más, pero perder la fe lo arrebata todo.”
En un pequeño pueblo en lo alto de una montaña, vivía Don Manuel, un anciano sabio y experimentado que había escalado las cumbres de la vida.
Sus arrugas contaban historias de días pasados, y su cabello plateado era testigo de las estaciones que había atravesado. Don Manuel siempre decía que “Envejecer era como escalar una gran montaña; A medida que ascendía, sus fuerzas disminuían, pero su mirada se volvía más libre y su vista más amplia y serena.”
En su modesta casa, Don Manuel compartía sus pensamientos con los lugareños, a quienes aconsejaba sabiamente. Un día, un joven llamado Martín llegó al pueblo en busca de orientación. Endeudado y atrapado en la vorágine de la ambición material, Martín creía fervientemente que el dinero lo resolvería todo.
Don Manuel, con su sabiduría acumulada, le aconsejó: «Vacía tu bolsillo en tu mente, y tu mente llenará tu bolsillo». Explicó que el verdadero tesoro estaba en la sabiduría, la experiencia y las relaciones en lugar de acumular riquezas materiales. Martín, inicialmente escéptico, decidió seguir los consejos del anciano.
Con el tiempo, Martín comenzó a cambiar su perspectiva. Se involucró en la comunidad, aprendió de los ancianos y se sumergió en las enseñanzas de la vida. Pronto se dio cuenta de que, a diferencia de lo que pensaba, el dinero no podía hacerlo todo.
En una ocasión, Martín se acercó a Don Manuel y le dijo: «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Aquellas palabras resonaron en el corazón de Don Manuel, quien sintió satisfacción al ver cómo su sabiduría no solo había sido recibida, sino también aplicada.
La historia de Don Manuel y Martín se convirtió en una leyenda en el pueblo, recordándoles a todos que la verdadera riqueza se encuentra en la búsqueda del conocimiento, la conexión humana y la sabiduría compartida en la escalada de la montaña de la vida.