Cuento corto «Había una vez un país llamado República del Plata»
Donde sus ciudadanos eran conocidos por ser amables y trabajadores. En cambio, sus políticos no tenían buena fama.
¿Pero siempre había sido así?, por supuesto que no! Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la República experimentó un período de rápido crecimiento económico. La inversión extranjera y la llegada de inmigrantes europeos impulsaron el desarrollo agrícola y la producción de productos como el trigo y la carne. La economía se convirtió en una de las más fuertes y prósperas de América Latina.
Durante la década de 1920, La República del Plata siguió siendo un gran exportador de productos agrícolas, lo que le permitió mantener altas tasas de crecimiento económico y una mejora general del bienestar de la población. A pesar de los desafíos causados por la Segunda Guerra Mundial, la década de 1940 fue un período de expansión económica para la República. La industrialización y la sustitución de importaciones ayudaron a diversificar la economía, y el país experimentó un aumento en su PIB y mejoras en los índices de bienestar social.
Sin embargo, en un momento el país comenzó a pedir dinero prestado al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a otras organizaciones internacionales públicas y privadas, para poder financiar sus gastos.
A diferencia de otras naciones que utilizaban los préstamos para invertir en proyectos que generen ingresos y desarrollo económico, en la República del Plata, la mayoría de esos gastos no contribuían a aumentar su productividad ni mejorar su economía. Era como si alguien fuera al banco a pedir un préstamo para organizar una fiesta lujosa sin tener una fuente segura de ingresos para pagar esa deuda.
Con el tiempo, la deuda externa de la República del Plata creció a cifras alarmantes. A junio de 2023, superaba los 400.000 millones de dólares, y solo el 10% se debía al FMI. Sin embargo, en lugar de reconocer su problema de gastos desmedidos, el país seguía pidiendo más préstamos, convencido de que esa era la solución para salir adelante. Y por supuesto insultando al FMI.
Un día, el FMI, cansado de los continuos pedidos de ayuda sin un plan claro para resolver los problemas estructurales, dijo: «Esto no puede seguir así. Les condonamos la deuda, pero es momento de que enfrenten sus responsabilidades y tomen medidas para mejorar su situación financiera. ¡Porque no los queremos ver más por acá!».
Pero en lugar de aprender de la experiencia, la República del Plata continuó con sus malos hábitos. Aunque el FMI – y otras muchas instituciones financieras – les había dado una oportunidad de empezar de nuevo, el país siguió gastando más de lo que producía y pidiendo nuevos préstamos para cubrir el déficit. La deuda volvió a crecer y los problemas económicos persistieron.
Este cuento tiene 5 moralejas:
- No hay que enojarse con los que te prestan dinero, si nunca se los devuelves o los devuelves muy mal.
- No se puede vivir eternamente con deudas irresponsables.
- Pedir dinero prestado sin un plan para generar ingresos sostenibles solo lleva a una dependencia de los préstamos y a una situación financiera cada vez más precaria.
- En lugar de buscar soluciones rápidas y fáciles, se debería aprender a administrar responsablemente los recursos, enfocarse en proyectos que impulsen el desarrollo económico y fomenten la producción interna.
- Solo así, el país del cuento podría construir un futuro próspero y estable para sus habitantes y liberarse de la carga de las deudas.
Y colorín colorado este cuento …no ha terminado.