«Hace años, un estudiante le preguntó a la antropóloga Margaret Mead (1901 –1978) cuál consideraba ella que era el primer signo de civilización en una cultura.”
El pasaje mencionado se atribuye a una anécdota con la antropóloga Margaret Mead, quien destacó un aspecto crucial para considerar el comienzo de la civilización en una cultura.
En lugar de mencionar elementos tangibles como herramientas o artefactos, Mead enfocó su respuesta en un acto de cuidado y ayuda mutua: el hecho de que un fémur roto se haya curado.
En el mundo animal, una lesión grave como un fémur roto suele ser una sentencia de muerte, ya que los animales dependen de su movilidad y capacidad para buscar alimento, agua y refugio. Sin la capacidad de escapar de los depredadores o satisfacer sus necesidades básicas, la supervivencia se vuelve extremadamente difícil. Sin embargo, cuando se encuentra un fémur roto que ha sanado, es evidencia de que alguien se ha preocupado lo suficiente como para brindar apoyo y cuidado a la persona lesionada.
El punto clave que Mead quería destacar es que la ayuda y el cuidado hacia los demás en momentos de dificultad son un indicio de civilización.
El acto de quedarse con alguien que ha sufrido una lesión, vendar la herida, proporcionar un lugar seguro y ayudar en su recuperación muestra una preocupación por el bienestar y la supervivencia de los demás miembros de la comunidad. Esto va más allá de las necesidades individuales y establece las bases para la construcción de una sociedad cohesionada y solidaria.
En resumen, el relato de Margaret Mead enfatiza que la civilización no se basa únicamente en avances tecnológicos o materiales, sino en la capacidad de las personas para ayudarse y cuidarse mutuamente en momentos de adversidad.
El acto de brindar apoyo y preocuparse por el bienestar de los demás es lo que marca el inicio de una sociedad civilizada.