Argentina, campeona con un 40% de pobres y casi un 100% de inflación
Victoria agridulce.La tercera Copa del Mundo ha llevado más felicidad que nunca a un país que parece condenado a perpetuidad a una crisis económica y social.
ROBERT MUR 25/12/2022 06:00Actualizado a 25/12/2022 07:23
No importa mucho si fueron cuatro, cinco o seis millones de argentinos los que salieron el martes a celebrar la victoria de Argentina en el Mundial. Como poco, el diez por ciento de la población del país se volcó a las calles de la capital, en la mayor manifestación popular de su historia. O al menos la cuarta parte de los 16 millones que viven en el área metropolitana de Buenos Aires.
Ni cuando Perón regresó a Argentina desde su exilio madrileño en 1972; ni cuando en 1983 asumió el presidente Raúl Alfonsín tras la dictadura; ni siquiera en las caóticas exequias de Maradona en el 2020. La tercera Copa del Mundo ha llevado más felicidad que nunca a un país que parece condenado a perpetuidad a una crisis económica y social.
La selección se negó a ir a la Casa Rosada pese a que el presidente se comprometió a no estar presente
Intentar entender lo que sucedió el martes es tan complejo como comprender el peronismo o la propia idiosincrasia argentina, expresada con frecuencia de forma sociológicamente bipolar. Una ciudadanía desencantada y muy crítica con sus dirigentes pero que cuando llegan las elecciones acaba votando por opciones que no representan nada nuevo.
“No traten de entenderlo”, dijo Messi el jueves en su cuenta de Instagram, ya desde la tranquilidad de su casa en Rosario. El capitán de la selección, convertido en el relevo de Maradona reencarnado en un ídolo modesto, se convirtió en el máximo exponente de esa ciudadanía al rechazar, de acuerdo con el resto de sus compañeros, acudir al balcón de la Casa Rosada para saludar al pueblo, por mucho que el presidente peronista Alberto Fernández garantizó que ni él ni nadie de su Gobierno estarían en el palacio de la plaza de Mayo. Otra anomalía.
Los argentinos tienen 261.490 millones de dólares bajo el colchón, más de la mitad del PIB del país
Lo que sucedió el martes, declarado festivo, fue un ejemplo extremo de cómo funciona un país con instituciones relativamente sólidas pero que a menudo parece vivir instalado en la anarquía y en el cual sus ciudadanos demuestran constantemente no tener ningún respeto a la autoridad, ya sea la policía, ya sea el Gobierno.
Y a la vez, pese a esa anarquía todo sigue funcionando e incluso acaba bien de forma aparentemente milagrosa. Lo del martes podía haber acabado en tragedia. Cuatro, cinco o seis millones de personas en busca del autocar de la selección que la mayoría no llegó a ver. Con improvisación y sin itinerario claro, porque cuando el vehículo salió de las instalaciones de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), a las afueras de Buenos Aires, no se sabía ni si pasaría por el Obelisco, ni si llegaría a la Casa Rosada.
“No traten de entenderlo”, dijo Messi después de que salieran a la calle entre 4 y 6 millones de personas
Los ministros de Seguridad de las tres circunscripciones implicadas en el recorrido hablaban con el presidente de la AFA, variando los planes a cada minuto. Al final resultó evidente que era una locura tratar de acercarse al centro, de manera que los jugadores fueron subidos a helicópteros para dar unas vueltas sobre el Obelisco.
Antes, tres personas habían saltado desde puentes sobre el autocar y ni tan solo fueron identificadas por la policía. Ni siquiera el hombre que cayó sobre el asfalto y fue llevado al hospital.
La noche anterior, en el traslado desde el aeropuerto a la AFA, varios jugadores, incluido Messi, casi resultan electrocutados por un cable de alta tensión cuando viajaban subidos al techo del autocar.
“El único motivo de orgullo y de identidad es el fútbol, una pésima noticia”, dice el escritor Eduardo Sacheri
Y la policía tampoco fue capaz de evitar que varios aficionados se jugaran la vida subiendo una y otra vez a la punta del Obelisco, tras reventar la puerta del emblemático monumento en un centro de Buenos Aires liberado de agentes de la autoridad. Al parecer, la única víctima mortal directamente relacionada con la fiesta multitudinaria fue un hombre que se cayó de un semáforo al que se había encaramado.
La histórica celebración se enmarca en un contexto de crisis económica permanente pero con señales tan milagrosas como la alta demanda y los precios estratosféricos para alquilar un apartamento en la costa Atlántica y Mar del Plata durante este verano austral. Los argentinos nunca han confiado en el peso pero la depreciación de su moneda hace que no puedan viajar como antes al extranjero y se lo gastan dentro porque hay un sistema oficioso de doble cambio con el dólar, con muchas limitaciones para ahorrar comprando legalmente la moneda estadounidense. La inflación ronda el 90% anual y se estima que acabará el año alrededor del 100%. No obstante, el Gobierno celebró como un éxito que en noviembre la inflación mensual bajara del 5% (4,9%). En los supermercados, los precios cambian cada quince días.
Las cifras de pobreza son aún más espeluznantes que las de la inflación: el 40,6%, según datos oficiales. Es decir, cuatro de cada diez argentinos son pobres. Y un 10,7% son indigentes.
Al mismo tiempo, Argentina es uno de los países del mundo con más dinero debajo del colchón, lo que sirve para alimentar esa economía sumergida milagrosa que sostiene buena parte de la actividad. Según datos oficiales, los argentinos poseen 261.490 millones de dólares fuera del sistema, lo que equivale a más de la mitad del PIB del país. Se calcula que el 40% de ese dinero está en Estados Unidos.En este contexto, unos 35.000 argentinos viajaron a Qatar para ver el Mundial, si bien no todos llegaron desde Argentina.
Políticamente, la situación también es caótica e imprevisible. En octubre próximo hay elecciones. En un ambiente normal, a Alberto Fernández le correspondería presentarse a la reelección pero está peleado con su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, la líder política argentina que, al mismo tiempo, concita el mayor apoyo y el mayor rechazo entre la ciudadanía.
El 1 de septiembre, Kirchner fue objeto de un intento de magnicidio que aún enrareció más el clima político. Sin el respaldo de la vicepresidenta –que arrastra perennemente la cuarta parte del electorado–, ningún candidato peronista tiene muchas probabilidades de ganar. Tras su condena por corrupción, Kirchner aseguró que no se postularía y ahora se espera que invista a un candidato kirchnerista, lo que provocará aun mayor tensión con el presidente y en el interior del peronismo.
En entrevista telefónica desde Buenos Aires, el escritor Eduardo Sacheri trata de interpretar para La Vanguardia lo que pasó el martes. “Somos un pueblo absolutamente falto de motivos de orgullo, de razones para la alegría, para los proyectos personales, porque la Argentina se ha convertido en un país sin horizonte; el único motivo de orgullo y de identidad y de pertenencia es el fútbol”, explica. “El regreso de Perón o la victoria de Alfonsín representaban un rasgo de identidad compartida, que ahora no existe, sólo está el fútbol”, indica Sacheri, gran aficionado a este deporte y con una serie de cuentos e historias dedicadas al fútbol.
La mitad de los argentinos nació después del triunfo en el Mundial de 1986, por lo que “varias generaciones tenían pendiente esa cosa mítica que deseaban vivir alguna vez de ganar una Copa del Mundo; la gente lo que necesitaba es salir a ser parte” de esta victoria.
“De esos millones de personas, casi nadie vio a los jugadores y todos se volvieron felices a casa”, razona Sacheri, recordando que eso también fue algo poco habitual.
Sin embargo, el escritor asegura que “es una pésima noticia que hoy no tengamos más que el fútbol; es un síntoma de nuestra decadencia y nuestra confusión”. “Las autoridades fueron absolutamente incapaces de organizar la celebración de informar un itinerario, aquello podría haber sido una verdadera tragedia”, afirma.
El autor de la novela en que se basa El secreto de sus ojos, película ganadora de un Oscar, no es optimista en cuanto a que Argentina sea capaz de capitalizar el triunfo. “Somos los mismos que la semana pasada. La nuestra es una sociedad muy inmadura; es decir, incapaz de aprender de sus errores e incapaz de hacerse cargo de ellos”. “Estoy feliz por mí y feliz por Messi”, añade, pero Sacheri asegura que esto ha sido algo “excepcional”.
“No traten de entenderlo. ARGENTINA. Con lo bueno y con lo malo. TE AMO” (Leo Messi).