Pedir ayuda…
De pequeños necesitamos pedir ayuda, pero en la medida en que crecemos, algo comienza a cambiar: somos más reticentes a pedirle a alguien que nos ayude. Nos cuesta un poco más pronunciar esas palabras.
Crecer
Se supone que en la misma medida en que crecemos, nos hacemos más independientes y eso significa que debemos hacer las cosas nosotros solos, que debemos solucionar los problemas por nuestra cuenta.
No ser capaces
De hecho, pedir ayuda es casi vergonzoso porque significa que no somos capaces de enfrentar determinada situación, que no somos los suficientemente listos, fuertes y competentes.
La vergüenza
Otra razón por la que nos cuesta pedir ayuda es porque no queremos que la otra persona conozca nuestro problema, quizás porque nos avergonzamos de este. En la base de esta vergüenza se encuentra la creencia de que las otras personas nos amarán menos porque considerarán que somos unos fracasados, es un miedo a ser juzgados.
El orgullo
Otro motivo por el cual nos cuesta pedir ayuda es el orgullo. Es decir, algunas personas piensan que solicitar ayuda es sinónimo de reconocer que se han equivocado o que no son capaces de hacer algo por sí solos.
El acto de pedir ayuda no es una derrota
No es una claudicación, al contrario, es un acto de valentía que implica reconocer nuestros límites, pero, aun así, estar dispuestos a sobrepasarlos con la ayuda de otra persona.
Los más cercanos
Las primeras personas a quienes podemos acudir son las más cercanas y las que nos muestran más confianza: un amigo o amiga, nuestros padres o familiares. El afecto hacia esa persona que reclama ayuda será el impulso necesario para comenzar a poner remedio.
Ayuda profesional
No obstante, a veces es mucho más fácil abrirnos y comunicar nuestras debilidades a personas desconocidas, que puedan mostrar una opinión objetiva sobre nuestra situación. Los profesionales de la salud son una buena elección.