El difícil arte de agradecer

Decir gracias, parece la cosa más fácil del mundo; aprendiendo un nuevo idioma se encuentra casi siempre entre las primeras palabras que se aprenden, y a los niños a medida que crecen a menudo les repetimos que tienen que dar las gracias, que se esfuercen y que es importante utilizar esa palabra mágica en la vida cotidiana.

Pero luego, en la realidad, ¿cuántos saben apreciar la gratitud y saben reconocer que no siempre todo nos es debido?

Hay personas que no dan las gracias, que son incapaces de tener un mínimo gesto de cortesía, amabilidad o incluso respeto hacia quienes se se esfuerzan por ellas. Es más, en ocasiones hasta llegan a respondernos con quejas porque se sienten insatisfechas, molestos y hasta fastidiados.

Dice el sitio La Mente es Maravillosa.com: A causa del fenómeno de habituación ya no percibimos las intenciones benévolas que hay detrás de los actos, pasamos por alto el sentimiento de gratitud y generamos una sensación de falta de reconocimiento en el otro. Esta sensación puede generar frustración y, con el tiempo, sufrimiento.

La mayoría tenemos algún familiar, amigo , compañero de trabajo o de clase, al que hemos ayudado en más de una ocasión y nos ha respondido de manera fría o incluso hostil. Son situaciones que nos suelen dejar en una posición tan incómoda como dolorosa.

Esto es así porque a menudo, sin necesidad de esperar un efusivo “gracias”, nos encontramos con alguien que no se siente satisfecho ante nuestro gesto. Aún más, pueden incluso dar por sentado que has hecho ese esfuerzo o sacrificio porque era lo que se esperaba de ti. Era tu obligación.

Dice  Ima Sanchís , psicóloga , profesora de la Universidad de Grenoble Alpes, en un reportaje del diario La vanguardia: “ Ser capaces de percibir y agradecer los pequeños gestos, salir del autocentramiento, genera bienestar. André Comte-Sponville decía que la gratitud es un segundo placer que prolonga el primero; como un eco alegre de la alegría experimentada, como una felicidad más para más felicidad. Solemos ser poco agradecidos con los que tenemos más próximos. Nos habituamos a lo bueno asumiéndolo como normal, y tendemos a ver lo que no funciona, lo que el otro hace mal en lugar de lo que hace bien, por eso es tan útil el diario de gratitud.”

Muchas de las personas que no dan las gracias no lo hacen porque sencillamente no ven ni aprecian los gestos amables.  Sus gafas son muy oscuras, su corazón algo frío y su cerebro muy falto de Inteligencia Emocional.

No verán, por ejemplo, que nos esforzamos cada día en hacerles la vida más fácil. Dan por sentado todo lo que hacemos porque sencillamente es lo que se espera de nosotros. Esa falta de empatía y esa frialdad emocional se cronifica hasta llegar a estados disfuncionales. De ahí que puedan incluso volverse cada vez más demandantes e incluso hostiles. Si en algún momento nos negamos a hacer más concesiones, pueden reaccionar de manera negativa.

 

Fuentes: La Vanguardia y lamenteesmaravillosa.com