Ómicron: lo que no sabemos de la nueva variante del SARS-CoV-2

No sabemos si es más transmisible, no sabemos si sustituirá a otras variantes, no sabemos si es más virulenta y causará enfermedad más grave, no sabemos si será más fácil reinfectarse, no sabemos si será más peligrosa en niños pequeños, no sabemos si escapará a las vacunas actuales, no sabemos si se extenderá por todo el planeta, pero sabemos que tenemos que vigilarla.

La nueva variante del SARS-CoV-2, B.1.1.529, denominada ómicron, ha sido detectada por PCR entre los días 11 y 23 de noviembre en Sudáfrica, en la provincia de Gauteng (77 casos), Botswana (4 casos), Hong-Kong (un caso), Israel (un caso) y Bélgica (un caso).

Parece ser que se ha extendido muy rápidamente en la región de Gauteng, pero hay que tener en cuenta que es una zona con muy pocos casos de COVID-19 y con una tasa de vacunación muy baja. Eso ha podido influir.

¿Es realmente más transmisible o es un efecto de la población en la que se ha aislado?

No se sabe cómo se comportará esta variante en otra población en la que la incidencia y la tasa de vacunación sean mayores. Pero tenemos que estar vigilantes. B.1.1.529 tiene más de 50 mutaciones en su genoma respecto a la secuencia original de Wuhan. Treinta y dos de ellas en la región de la proteína S.

Lo que preocupa a los científicos es la acumulación de mutaciones en esa región, porque algunas de esas mutaciones ya se habían detectado en otras variantes, pero no todas juntas en una misma variante. Por eso, esta variante ya ha sido clasificada como variante de preocupación. Más que el número de mutaciones, lo que conviene analizar es el efecto que puedan tener todas juntas.

Una cosa es la mutación en el genoma y otra muy distinta el efecto que pueda tener en la biología del virus

El efecto no tiene por qué ser acumulativo, pueden darse fenómenos de compensación: el efecto de una mutación puede compensarse con el de otra.Pero esta variante acumula mutaciones que se han relacionado con un posible escape inmunológico y un posible aumento de la transmisibilidad.

  • Nueve mutaciones (en rojo) aparecen en otras variantes alfa, beta, delta, gamma.
  • Once (en azul) son nuevas.
  • Quince mutaciones están en la zona de unión al receptor (RBD) y algunas (N440K, S477N, Q498R) afectan a la unión al receptor ACE2 y podrían influir en su capacidad de infectar células.
  • Otras pueden afectar a la transmisibilidad (H655Y, N679K, P681H), y las hay que pueden causar cambios en la proteína y afectar a su reactividad con los anticuerpos:

Por otra parte, un análisis filogenético de los genomas de esta variante sugiere que probablemente esté circulando desde hace meses pero que no se haya detectado hasta ahora:

¿Hay motivo para una alarma e histeria generalizada?

En este momento no. Es más lo que no sabemos que lo que sabemos. Pero hay que seguir vigilantes.

¿Cancelamos todos los vuelos con Sudáfrica? No tiene mucho sentido por varias razones.

  1. Sudáfrica es probablemente el único país africano que está haciendo “la tarea” y hace un seguimiento genómico del virus. Por eso lo detecta.
  2. Si no buscamos de forma activa nuevas variantes, no las detectaremos, pero no quiere decir que no surjan.
  3. Castigar al que lo está haciendo bien es un error.
  4. No podemos descartar, seguro que es lo más probable, que surjan nuevas variantes en otras zonas donde no se están buscando.
  5. ¿Cancelamos entonces todos los vuelos con África? Esta variante ya se ha detectado en Hong-Kong y Bélgica, y muy probablemente, como se ha sugerido, esté desde hace tiempo en otros lugares del planeta.

Necesitamos tiempo para conocer más sobre esta variante

Pero lo que esto demuestra una vez más es que estamos en una pandemia global y lo que ocurra en otros países nos afecta. Cuantos más infectados haya por el mundo, más virus habrá, más variantes podrán surgir. La vacunación debe ser global. Y en África poco más del 7% de la población está vacunado. Eso es lo que nos debería alarmar.

Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, microBIO.

 

Autor: Ignacio López-Goñi – Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra

Fuente: The Conversation