Ustedes no están solos. No están olvidados

Para los que están solos, para los que el silencio les pesa, para los que el frío cala más hondo porque no hay abrazos para calentarlo: ustedes no están olvidados.

Para los que esperan, en una cama de hospital, en un rincón de la residencia, en la sombra de la guerra o en la angustia del hambre, ustedes no están solos.

Aunque el mundo a veces parezca sordo, aunque el calendario avance sin pedir permiso, aunque la noche parezca no acabar, hay ojos que los buscan, hay voces que los nombran, hay corazones que laten por ustedes.

Porque ustedes son la memoria del mundo. Son la historia que a veces no se cuenta, la canción que el viento se lleva, la luz que resiste en medio de tanta sombra.

A los que lloran a quienes ya no están, les decimos: sus ausencias no son vacíos, son presencias que habitan en otro lugar del alma, donde el amor no se extingue, donde la vida sigue siendo vida, aunque duela tanto.

Y a los que sufren el peso de la injusticia, la mordida del hambre, el filo del frío, la violencia de las balas, les decimos: su dolor no es invisible. Hay quienes no se resignan, hay quienes siguen soñando con un mundo que los abarque a todos, un mundo que los merezca.

En esta Navidad, en este nuevo año que se asoma tímido, les enviamos algo pequeño, pero inmenso: les enviamos esperanza. Aunque sea una chispa, aunque sea apenas una brasa escondida, es suya, es nuestra. Porque el mundo es un montón de fueguitos, y cada uno de ustedes es un fuego que arde.