Tendencias: “Vivir juntos pero separados”

Cada vez más parejas eligen mantener una relación comprometida sin vivir bajo el mismo techo. Esta decisión, conocida como “vivir juntos pero separados” o en inglés “living apart together” (LAT), ofrece numerosas ventajas y puede ser ideal para quienes desean equilibrio y autonomía sin sacrificar la conexión y el romance. La tendencia de LAT ha ganado popularidad desde la década de 1970, destacándose en países desarrollados como Estados Unidos, el Reino Unido, Suecia, y Canadá. Profesionales como Eric Klinenberg (1970) de la Universidad de Nueva York, así como estudios realizados por la London School of Economics, han contribuido a entender mejor este fenómeno. A continuación, algunos aspectos que aparecen en todas las estadísticas e informes:

Autonomía y espacio personal: Uno de los mayores beneficios es que cada persona conserva su propio espacio y autonomía. Al tener hogares separados, ambos pueden disfrutar de sus propios hábitos, rutinas y ambientes sin tener que adaptarse completamente a las preferencias del otro. Esto evita la fricción que a menudo surge en la convivencia y permite a cada uno preservar su individualidad.

Menos conflictos por tareas domésticas: Al vivir cada uno en su propio hogar, se reducen los conflictos por las tareas cotidianas, como la limpieza, el orden, o la distribución de responsabilidades domésticas. Cada persona es responsable de su espacio, lo que elimina el estrés y las discusiones sobre quién debería hacer qué en casa.

Fortalece el deseo y la emoción: Al no compartir cada momento de la vida diaria, los encuentros se vuelven especiales y menos rutinarios. Este estilo de relación permite que las parejas mantengan la chispa y el interés, ya que el tiempo juntos se convierte en un evento planificado y anticipado. Así, se crea una especie de “nueva cita” cada vez que se encuentran, reforzando el deseo y la emoción en la relación.

Libertad para mantener proyectos personales: Vivir por separado facilita que cada persona se concentre en sus propios proyectos, estudios, carrera y pasatiempos, sin sentirse limitado por las demandas o expectativas del otro. Esto no solo beneficia a cada miembro de la pareja individualmente, sino que también enriquece la relación, ya que cada uno tiene experiencias y logros propios para compartir.

Mayor independencia financiera: Este tipo de relación también permite que cada persona mantenga mayor control sobre su economía personal. Al no depender del otro para cubrir gastos o administrar un hogar compartido, ambos pueden tomar decisiones financieras de forma independiente y evitar tensiones por cuestiones económicas, lo que puede ser una fuente de conflictos en muchas relaciones.

Flexibilidad en el tiempo compartido: La relación “vivir juntos pero separados” permite que cada persona elija el tiempo que desea pasar con su pareja, haciendo que cada momento compartido sea realmente deseado y no forzado por la convivencia. Esto facilita que cada uno tenga su propio ritmo y que ambos se sientan libres de decidir cuándo estar juntos, lo cual es especialmente valioso en relaciones donde uno o ambos tienen agendas ocupadas.

Reducción del estrés y la presión social: Para muchas parejas, la convivencia trae consigo presiones y expectativas sociales sobre el matrimonio o la vida familiar. Al vivir por separado, las parejas pueden evitar esas presiones y enfocarse en disfrutar de la relación sin sentir la obligación de cumplir con normas o expectativas sociales. Esto puede crear un entorno más relajado y satisfactorio para ambos.

Finalmente

El modelo de “vivir juntos pero separados” ofrece una serie de beneficios que ayudan a preservar la individualidad, fortalecer el vínculo y reducir tensiones típicas de la convivencia. Para muchas parejas, esta opción representa una forma de tener una relación estable y amorosa sin renunciar a la libertad personal, logrando así un equilibrio que enriquece tanto la vida en pareja como la vida individual. Sin embargo, es importante reconocer los desafíos que esta modalidad puede presentar en la crianza de hijos, donde se requiere una coordinación y comunicación efectiva entre las parejas para garantizar una experiencia positiva para los hijos involucrados.