Lideres invisibles

Hay quienes pasan por la vida como el viento suave, sin hacer ruido, casi invisibles. No fueron los primeros en las listas de la escuela, ni pisaron los pasillos de las grandes universidades. Se cansaron de correr detrás de una pelota sin levantar la copa, y nunca subieron a un podio a recibir una medalla. Parecen, a simple vista, condenados al olvido.

Pero estos seres, que el mundo a veces ni siquiera nota, tienen en sus manos una chispa secreta. Son sembradores de sueños. No fueron los mejores, es cierto, pero su grandeza está en otra parte. Porque saben encender fuegos en el corazón de los demás, y lo hacen con la simpleza de quien comparte una sonrisa o un gesto de fe.

Ellos, los que nunca ganaron nada, los que pasaron de largo en las fotos del éxito, se convierten en lo que nadie esperaba: son líderes. Líderes sin coronas, sin premios. Líderes que no necesitan tronos, porque su reino es el de los que creen que otro mundo es posible. Lideran desde el barro, desde la sombra, con las manos sucias de esfuerzo.

Y es que la verdadera victoria no está en los aplausos, sino en los sueños que siembran en los demás. Esos que, sin tener nada, lo dan todo, nos enseñan que no hace falta gritar para ser escuchado. Que no hace falta ganar para dejar una huella en el camino, porque lo importante es que gane el proyecto, que gane el equipo.