Pymes: Trabajar en “territorio comanche”

Las pequeñas y medianas empresas (Pymes) han sido durante décadas un símbolo de innovación y crecimiento local, pero el entorno en el que operan está lejos de ser neutro. Las políticas económicas históricamente han favorecido a los actores más grandes, dejando a las Pymes a merced de estructuras que rara vez se adaptan a sus necesidades. En este escenario, las Pymes no solo deben lidiar con las reglas del juego, sino también con un legado de desigualdad que limita sus oportunidades.

Burocracia: El monstruo de mil cabezas

La burocracia, diseñada para regular, se convierte en una trampa para las pequeñas y medianas empresas. Históricamente, los marcos burocráticos han sido creados para grandes corporaciones que cuentan con los recursos necesarios para navegar por este intrincado laberinto. Las Pymes, en cambio, enfrentan una exclusión sistémica al no poder competir con los recursos que los grandes actores destinan a cumplir con trámites complejos. Estas barreras no son simplemente obstáculos momentáneos, sino el reflejo de un sistema que, desde sus inicios, no fue diseñado para la igualdad.

Impuestos: La mordida invisible

En el “territorio comanche”, los impuestos son como el viento que siempre sopla en contra. La carga fiscal es pesada, casi insoportable. Los gobiernos, en su infinita sed de recaudar, parecen olvidar que para las Pymes cada centavo cuenta. Mientras los gigantes de la economía encuentran atajos y ventajas, los pequeños se ven obligados a pagar con sudor y lágrimas lo que otros evitan con una sonrisa y un “algo más”. El fisco no distingue entre David y Goliat. Golpea con la misma fuerza a los débiles y a los poderosos, pero los débiles siempre caen primero. Y en cada caída, se pierde un sueño, una familia, un futuro. Las promesas de incentivos fiscales son susurros en la niebla, mientras los impuestos reales son ladrillos que hunden cada vez más a las empresas en el pantano de la desesperación.

Política: El juego de los poderosos

La política, esa dama caprichosa, juega con las vidas de las Pymes como quien mueve fichas en un tablero de ajedrez. Cada cambio de gobierno es un nuevo sacudón. Nuevas reglas, nuevas promesas, nuevas decepciones. El emprendedor que ayer pensaba haber encontrado su rumbo, hoy se despierta en un paisaje que no reconoce.  En algunos rincones del mundo, el político de turno se pavonea hablando de desarrollo y apoyo a los pequeños y medianos, mientras tras bambalinas firman tratos y pactos con los que siempre ganan. Las Pymes miran desde afuera, como niños huérfanos que contemplan la fiesta a través del vidrio empañado.

El grillete financiero: El verdugo invisible

Y en medio de todo, el dinero, ese Dios esquivo, para las Pymes, conseguir un préstamo es como pedirle al cielo que llueva en el desierto. Los bancos, esos templos de poder, miran a los pequeños con desconfianza. Los créditos se ofrecen con tasas que son como veneno lento, y las condiciones para obtenerlos son una trampa mortal. Mientras las grandes empresas nadan en piscinas de oro y billetes, los pequeños deben arriesgar su propio sustento, hipotecar su futuro para mantener las puertas abiertas. El acceso al crédito, para muchos, es una fantasía tan lejana como la utopía de un mercado justo. Y así, cada empresario sigue adelante con lo poco que tiene, caminando en la cuerda floja, esperando que el viento no lo derribe.

Tecnología: La nueva frontera

En la actualidad, la tecnología debería ser una herramienta para nivelar el campo de juego, pero se ha convertido en una nueva fuente de desigualdad. Las grandes empresas tienen el capital y los recursos técnicos para digitalizar sus operaciones, mientras que las Pymes enfrentan costos de adaptación que rara vez pueden permitirse. Esta brecha tecnológica, un reflejo de las desigualdades económicas más amplias, aumenta la distancia entre los pequeños y los grandes actores económicos.

Resistencia: El arte de sobrevivir

Vivir en el “territorio comanche”, que cada pais tiene, no es fácil, pero las Pymes son expertas en el arte de resistir. No tienen ejércitos, ni abogados, ni políticos de su lado. Tienen, eso sí, la fuerza de la obstinación y el poder del sueño. Porque cada empresario que abre su tienda, que enciende su máquina o que pone en marcha su idea, lo hace con la esperanza de cambiar su vida, y la de los demás. Las Pymes sobreviven porque, al final del día, son la esencia misma de la resistencia. Son la encarnación de la lucha por un lugar en un mundo que siempre parece estar diseñado para aplastarlas. En ese “territorio comanche”, lleno de obstáculos y trampas, siguen adelante, con el corazón lleno de cicatrices, pero también de valentía. Y quizás, solo quizás, en esa obstinación por sobrevivir, se encuentre el germen de la libertad que algún día hará que el “territorio comanche” sea un lugar donde todos puedan crecer, prosperar y, finalmente, respirar en paz.

 

“Territorio Comanche”: Su significado quiere decir que es un entorno delicado o un tema delicado. Donde hay que andar con precaución dado que puedes salir malparado. Puede ser metafórico o no.