Cicatrices
A lo largo de nuestras vidas, es natural que la memoria nos traiga a quienes, en la tormenta, nos tendieron su mano. En esos momentos oscuros, donde el dolor nos arrebató el aliento, recordamos a aquellos que nos brindaron su afecto y apoyo. Estas son las almas que dejaron huellas indelebles en nuestros corazones, haciéndonos sentir amados, valorados, y felices.
Pero también la memoria guarda lugar para aquellos que, siendo amigos o familia, nos negaron el calor necesario. Las cicatrices de las decepciones, de las ausencias emocionales, de quienes nos lastimaron, permanecen como marcas duraderas en el tejido de nuestra existencia.
Esas heridas, a veces difíciles de sanar, pueden oscurecer nuestra visión de las relaciones y la confianza en los demás. A menudo, estas personas se convierten en recordatorios constantes de lo que no deseamos en nuestras vidas, delineando aquello que valoramos en las relaciones humanas.
Cada ser humano carga sus propias circunstancias, heridas y limitaciones. No podemos forzar a nadie a ser quien no quiere o no puede ser. En lugar de anclarnos al resentimiento o la tristeza por aquellos que nos defraudaron, podemos elegir enfocar nuestro ser en las personas luminosas que habitan nuestras vidas.
El tiempo y la reflexión nos revelan que, aunque no podemos dominar las acciones de los otros, siempre seremos dueños de nuestras respuestas y decisiones.