Cuento corto “El amante de Clara”
Clara siempre había sido una mujer organizada y responsable. Su vida estaba meticulosamente planificada: trabajo, hogar, familia. Cada día se levantaba temprano, preparaba el desayuno para sus dos hijos, los llevaba a la escuela, y luego se dirigía a su oficina, donde trabajaba como contadora. Sus días transcurrían entre balances y números, reuniones y más reuniones. Al final de la jornada, regresaba a casa agotada, pero aún le quedaban tareas por hacer. Preparar la cena, ayudar a los niños con la tarea, y finalmente, caer rendida en la cama.
Aunque su vida parecía perfecta desde afuera, Clara sentía un vacío inexplicable. Había una tristeza latente, una falta de entusiasmo que no podía ignorar. Su esposo, Roberto, lo notaba, pero no sabía cómo ayudarla. Una noche, mientras veían una entrevista en la televisión, escucharon a un invitado hablar sobre la importancia de tener un amante.
—¿Un amante? —preguntó Roberto, desconcertado.
El invitado explicó que no se refería a una relación extramarital, sino a algo que llenara de pasión y alegría la vida de cada uno. Un hobby, una actividad, algo que nos hiciera sentir vivos.
Clara se quedó pensando en esas palabras. Al día siguiente, decidió hacer algo diferente. Después de dejar a los niños en la escuela, en lugar de ir directamente a la oficina, se dirigió a una tienda de arte. Había una parte de ella que siempre había amado la pintura, pero la había dejado de lado hace años, cuando sus responsabilidades aumentaron. Compró un set de acuarelas y algunas hojas de papel.
Esa noche, después de que todos se acostaron, Clara sacó sus nuevos materiales. Al principio, sus trazos eran inseguros, torpes. Pero con cada pincelada, empezó a recordar cuánto disfrutaba mezclar colores, crear formas, dejarse llevar por su imaginación. Pasaron horas sin que se diera cuenta, y cuando finalmente se detuvo, se sintió revitalizada. Había encontrado su amante.
Con el tiempo, la pintura se convirtió en una parte esencial de su vida. No solo mejoró su ánimo, sino que también le dio una nueva perspectiva. Sus hijos se unieron a ella en sus sesiones de pintura, y Roberto empezó a tocar la guitarra, algo que había dejado de hacer años atrás. Juntos, encontraron nuevas formas de disfrutar el tiempo en familia, más allá de las rutinas diarias.
Clara comprendió que la clave no era eliminar sus responsabilidades, sino equilibrarlas con algo que le aportara felicidad y sentido. La pasión por la pintura no solo llenó su vacío interior, sino que también fortaleció su relación con su familia y mejoró su rendimiento en el trabajo. Volvía a casa con energía, y su nueva actitud positiva contagió a todos a su alrededor.
Un día, en una de sus exposiciones locales, Clara conoció a muchas personas que compartían su pasión. Allí, recordó las palabras del invitado y sonrió. Había encontrado su amante, y con él, una vida más plena y feliz.
¿Y tu, estas necesitando un amante en tu vida?