¿Izquierda o derecha?, vivir en un mundo partido
El mundo gira, pero gira dividido. Dividido en dos mitades que no se entienden, que se desprecian, que se ven con desconfianza. Un mundo dividido entre la izquierda y la derecha, como si de alguna manera esas palabras pudieran abarcar toda la complejidad de un ser humano, de una sociedad, de un planeta. Y, sin embargo, la división parece ser la norma. Los unos contra los otros, en un escenario donde todos pierden, excepto los que juegan con las reglas del poder.
La división no les sirve a los pueblos
Les sirve a los políticos, esos que se alimentan de la confrontación, que se enriquecen con el odio, que construyen su fortuna sobre las ruinas de un diálogo roto. A los poderosos les conviene mantenernos separados, enfrentados, peleando entre nosotros por lo que no entendemos, por lo que no vemos, mientras ellos, desde sus cómodas torres, siguen tomando las decisiones que nos afectan. Y nosotros, los que estamos abajo, nos tragamos la mentira, nos convertimos en soldados de una guerra que no es nuestra. Ellos dicen que la política es un juego de banderas, de ideologías, de enfrentamientos. Y nosotros, ingenuos, lo creemos. Les dejamos marcar el ritmo, les dejamos decidir qué es lo que nos debe importar. Mientras tanto, el pueblo sigue dividido, mientras el mundo sigue desgarrado. Y en medio de esa división, olvidamos que no hay izquierda ni derecha cuando se trata de comer, de vivir, de respirar el aire de un planeta que no entiende de partidos ni de colores.
La salud, la educación, el futuro del planeta…
Todo eso debería ser un terreno común, un espacio donde no caben las banderas ni los lemas. Pero en su lugar, se convierten en campos de batalla donde los intereses de unos pocos se imponen sobre las necesidades de todos. La izquierda grita, la derecha responde, pero el pueblo sigue esperando que alguien lo escuche. El pueblo sigue esperando una solución que no dependa de la ideología, sino de la humanidad. El poder ha creado una división que nos impide ver lo que realmente importa. Nos han hecho creer que la política se reduce a un juego de izquierda y derecha, y nos han hecho olvidar que, en la vida real, esas etiquetas no significan nada si no estamos juntos. La política no es un juego para ver quién gana, sino una herramienta para solucionar los problemas de todos. Pero esa verdad queda oculta tras el humo de las discusiones, tras los intereses que se mezclan con los discursos vacíos.
Porque el mundo, cuando se divide, no le sirve a nadie
Solo a los que se benefician de esa división. Y lo peor de todo es que nosotros, los que vivimos el día a día, seguimos siendo las piezas de un tablero que no comprendemos. Y mientras tanto, los políticos siguen su juego. A veces con promesas que no cumplen, a veces con amenazas que no son necesarias. Pero siempre con una certeza: el que divide, gobierna. Tal vez, algún día, nos demos cuenta de que un mundo dividido no tiene sentido, que el verdadero cambio solo llega cuando nos entendemos, cuando dejamos de ver al otro como enemigo y empezamos a vernos como compañeros de un mismo viaje. Porque las etiquetas, los partidos, las banderas… todo eso puede desaparecer cuando decidimos que, más allá de las diferencias, lo único que importa es la vida, nuestra vida, la vida de todos.