“El éxito no brota de una sola virtud”

“En el tejido de mi historia empresarial, los hilos de la ética y los valores se entrelazan formando el robusto armazón sobre el que construyó mi mundo. La honestidad, la integridad y el respeto no solo decoraban el lema de mi empresa; Eran prácticas diarias, respiradas y vividas. Gracias a ellas, gané la confianza de todos los que me rodeaban: empleados, socios y clientes.  Pero había más, siempre más. El conocimiento nunca fue para mí mera acumulación; era acción pura.

Mantenerme al día con las tendencias de la industria me permitió anticiparme, tomar decisiones estratégicas mientras otros aún vacilaban. Aquellas tardes, en mi infancia, de Caddy en el golf Club San Andrés, o vendiendo terrenos en Atlántida, Uruguay se convirtieron en invaluables lecciones de empatía y conexión humana, habilidades esenciales en cualquier sendero de la vida.

Mi ADN empresarial fue, entonces, una síntesis de todas estas experiencias, una alquimia única que propició el crecimiento y consolidación de mi empresa. Mi relación puede servir de recordatorio de que el éxito no brota de una sola virtud, sino del equilibrio entre actitudes, valores y pasiones.

Ahora, mientras escribo, mis recuerdos afloran como escenas de una película. Sí, es un cliché, pero como todos los clichés, encierran grandes verdades. Recuerdo aquella primera vez que me llamaron carismático, y tiempo después, un líder carismático.

Me propuse descubrir él porque: El carisma, dicen, es un don; una cualidad que hace algunas personas irresistiblemente atractivas e inspiradoras. No se limita a figuras públicas: en la cotidianidad, muchas personas irradian esta cualidad en diferentes medidas. El carisma es una amalgama de rasgos personales y habilidades sociales que la convierten en una persona en un ser excepcionalmente persuasivo y atractivo en su trato con los demás.”

 

Texto reducido, de un capítulo del libro “A Malasia con un Tango” de Omar Romano Sforza