El costo oculto de la complacencia en las empresas

En el mundo de las empresas, especialmente en aquellas que ofrecen excelentes salarios y beneficios a sus ejecutivos y personal, es fácil asumir que la motivación y la productividad estarán en su punto más alto.

Sin embargo, la realidad es más compleja. A medida que las organizaciones crecen, especialmente aquellas que operan en sectores altamente competitivos, se desarrolla un fenómeno intrigante y preocupante: la complacencia entre aquellos que deberían ser los más comprometidos. En mis análisis sobre el comportamiento organizacional, enfatizo la importancia del liderazgo apasionado y el papel vital que juegan todos los niveles de la empresa en su éxito a largo plazo. Sin embargo, en muchas organizaciones, lo que vemos es un enfoque hacia la autoconservación, en lugar de la innovación o la mejora continua.

Muchos ejecutivos y empleados, por proteger su «isla» o sector dentro de la empresa, optan por hacer lo mínimo necesario.

En lugar de asumir riesgos que podrían beneficiar a la organización en su conjunto, se dedican a adular a sus superiores y a mantener el statu quo. Este comportamiento no solo limita el potencial de crecimiento de la empresa, sino que también crea una cultura donde la mediocridad es aceptable, siempre y cuando no se desafíe el orden establecido.

Este enfoque defensivo, aunque puede parecer seguro a corto plazo, es en realidad una bomba de tiempo.

Las empresas que fomentan este tipo de mentalidad eventualmente enfrentan una serie de problemas: desde la falta de innovación hasta la pérdida de talento, pasando por una erosión gradual de la cultura corporativa. Peor aún, los ejecutivos y empleados que se involucran en este tipo de comportamiento a menudo se encuentran en un punto muerto en su desarrollo profesional, lo que los lleva a una salida inevitable, ya sea voluntaria o forzada.

La verdadera lección que las empresas deben aprender es que el éxito sostenido no proviene de mantener el statu quo, sino de desafiarlo constantemente.

Los líderes deben fomentar una cultura de pasión, donde el miedo a fracasar no sea una barrera, sino un catalizador para la innovación. Solo así, las organizaciones podrán asegurar no solo su supervivencia, sino también su prosperidad en un entorno empresarial en constante cambio.