Una especie en riesgo de extinción

 

Si creciste en una época donde la comida casera era la norma, guardas un tesoro invaluable. ¿Recuerdas salir con tu bicicleta, sintiendo el viento en tu cara, sin casco? La libertad no tenía restricciones.

Si te portabas mal, un tirón de orejas te enseñaba límites y valores. La televisión, con solo dos canales, requería girar el dial manualmente. Disfrutabas los programas en familia, sin importar la falta de opciones.

¿Y la música en cassettes? Rebobinabas con un bolígrafo para escuchar tu canción favorita. Era parte del disfrute. Los domingos, las tiendas cerraban y las calles eran de tranquilidad. Era tiempo para la familia y la conexión con lo esencial.

Tu maestra, una segunda madre, te cuidaba y enseñaba con amor y dedicación. La policía era símbolo de seguridad y confianza, velando por el bienestar de todos.

Los políticos, aunque imperfectos, robaban poco, decía tu madre con ironía. Había una esperanza ingenua en ellos.

Si decías una mala palabra, tus padres te lavaban la boca con jabón, inculcando respeto y normas sociales.

Un gerente de banco era más que un funcionario; ayudaba a tus padres con un crédito, mostrando cercanía y confianza. Las vacaciones no eran tecnológicas ni lejanas. Jugabas con amigos en el vecindario, disfrutando actividades al aire libre.

Estos recuerdos evocan una nostalgia por tiempos de relaciones cercanas, valores transmitidos y confianza en las instituciones. Atesóralos.

Son un recordatorio de que la sencillez, confianza y respeto crean una sociedad unida y solidaria, y si puedes coméntalos en familia o con menores, para que sepan que existió ese tiempo y esos valores, antes de que esa especie en riesgo de extinción desaparezca totalmente.